domingo, 28 de abril de 2013

La transformacion de la realidad


Los que a veces trabajamos en domingo, tardes, noches, y demás horas en las que cualquier persona inteligente jamás debe hace hacerlo, tenemos la mala costumbre de intentar matar el tiempo perdiéndolo. Error garrafal del que usted se da cuenta después de años, viejo y descangallado, cuando ya no es posible recuperarlo.

La cosa no crea que permanece inalterable. Hace muchas lunas te dedicabas a cultivar a las ninfas que te acompañaban en tan penoso viaje. Llegado el aburrimiento, siempre llega, lo cambiamos por la lectura de los presocráticos y demás cosa intelectual. Hoy, en el tiempo del todo vale, el mana viene gratis del cielo, lo tuyo es mío y lo mío ni lo toques, cuanto más mientes más te votan, etc, nos colgamos de la pantalla del ordenador.

Unos, pocos, se arriesgan con el porno. Los más chupan películas. Algunos leemos los periódicos. Creo que objetivamente debo recomendarles no hacerlo. Pero…

Es apasionante leerse de un atracón veinte o treinta hojas tribales de su tierra, cuando tratan la misma noticia. Fijarse como mienten, como defienden al que los subvenciona, al que, con su dinero, el de usted, le paga la tinta y el papel. Como jamás citan correctamente al adversario, al otro, al discrepante. Como jamás consiguen mostrar dos puntos de vista para que usted, cultivando sus neuronas, escoja. Es la manipulación total y absoluta.

A esto se le llama democracia. ¿Entiende? Nada nuevo dirá usted. Los fotógrafos lo hacen desde siempre. El capital también. Lo que más curiosidad me despierta es porque la gente es tan imbécil. No. No hablo de usted. Me refiero a los islandeses, esos que iban de revolucionarios irredentos y resultan que votaron a los mismos que los estafaron bajo la promesa incumplible de bajar la hipoteca el 20%. ¿Les suena?

Irremediablemente, Nietzsche, más actual que nunca, ¡nacisteis esclavos y moriréis esclavos!


¡Copiar malditos!


Andar de la zeca para la meca da para ver el pastel. ¡Ahí los tiene! Una invención de la modernidad. Adornar la pared de cucarachas. Contraponer el rechazo del animal símbolo de miseria con, se supone, la hermosura. Contradicción inútil. Postmoderna, pues.
 
Tanto uno como otro lo venden como símbolo del máximo esplendor de su imaginación. Seguro que usted en sus correrías encontrara más. La primera foto proviene  de una pared del centro cultural De Bali en Ámsterdam. Un nido de la izquierda caviar holandesa donde se junta los artistas agotados con estudiantes ávidos de un poste gratuito de wifi, turistas ilustrados, ninfas en flor. La segunda adornaba el corredor del hotel donde duermo en Maastricht, premio al mejor hotel el pasado año, experimento hipster, se lo enseñare uno de estos días.


Leído todo lo anterior, le cuento el mensaje: El simple hecho de que usted siga leyendo, yo escribiendo, el mundo fotografiando, etc etc, muestra que la idea original fue buena: la contradicción, el contraste, inútil si usted quiere, mantiene la atención. Contemplamos lo que nos levanta la emoción, siempre que no sea de rechazo absoluto. ¿Soportaría usted igualmente la visión de una rata o serpiente? Según el sr. Freud, no. Ambos animales están en el subconsciente de la especie como dañinos, asquerosos pues. ¿Sera que alguien se comía fritas las arañas? Sobre las hormigas ya sabemos que la respuesta es si


jueves, 18 de abril de 2013

La peregrinación anual a Maastricht

 
Si usted se pregunta qué enfermedad grave es la que nos lleva a bajar cada año por estas fechas al villorrio de Maastricht, tendré que contestarle que respuesta racional no hay. Si económica. En tres días te consigues la mitad de los créditos  que precisas cada año  para seguir disfrutando de tu licencia de retejador oficial de azoteas y demás alteraciones mentales en los territorios de la Reina Naranja.

Las noches son de camaderia y despilfarro de recuerdos regados por algún buen vinillo europeo. Esos momentos de cualquier tiempo pasado fue mejor con los que nos engañamos y consolamos los humanos.

Si usted no pertenece a esta banda sea sensato: allí no hay nada que hacer/ ver. Un pueblo de burgueses adinerados que viven del arte de conseguir a los aldeanos lo que ya les dieron. Blanquear los euros negros a los alemanes de la cuenca del Rin. Venderles a los mismos lo que podrían comprarse en Paris a mejor precio. La casta de los médicos redentores de su bolsillo. Ídem de abogados. Un museo con edificio histriónico y sin colección conocida. Una universidad que experimenta modelos agraciados de enseñanza. Un rio frio y sucio. Terraza a doquier. Una virgen milagrosa. Varios puentes. Más hoteles. Putas finas. Putas proletarias. Chorizos de corbata. Tiendas y más tiendas. Vacías.

La crisis ha llegado a Maastricht y les entra el pavor. Los ricos europeos que practicaron como nadie el escarnio y robo de los ignorantes del sur se han despertado este mes con 30.000 parados en cuatro semanas. De repente el país está en guerra buscando al culpable. Ellos tan ordenados y rectos.

Mientras los loqueros hacen como que no va con ellos y comentan que cuanto más desgracia más trabajo: ¡Hay que despedir a este gobierno! Lo despedirán pronto. Que los súbditos de las tierras de la Reina Naranja no admiten desde siglos el pendoneo. Pero usted de turista, aquí, no tiene nada que ver. Aprender, de todo. ¡Venga!


El museo de la fotografia de Amberes


 

Fue el gran invento de los gabachos. Cometieron el error garrafal de no patentarlo. Cualquier alcalde surenho que se precie lo ha copiado hasta la extenuacion.

Me refiero a esas rotondas que llevan a ningures. A proyectos en la mente del contratista, primo, local; el prado donde pasta A Roxa; el basurero clandestino de todos y los de al lado. Si, esas putas rotondas construidas por la empresa del sobrino del alcalde y subvencionadas con placer con los euros de la Comunidad Europea por esos tipos que entienden que la política es hacernos regalos que no pedimos pagados con nuestro dinero.
 
 No crea que no hay más. ¡Qué va! El sur está lleno de piscinas al lado del hermoso y no clorado rio, pistas de tenis donde no hay raquetas, bibliotecas sin libros donde se juega al tute, auditorios sin público, publico sin actores.

En las ciudades, que van de listos, se lo hacen igual de peor. Ahí lo que se lleva es montar museos colosales donde abunda el granito y el mármol blanco. Les salió por una pasta y se quedaron sin colección. No hay nada que colgar, nada que ver.

El museo de la fotografía de Amberes es uno de estos cementerios de  euros pagados por el contribuyente. Lo salva un director espabilado que intenta compensar las pocas fotos que cuelgan con exposiciones temáticas cada poco tiempo. Estos días cuelga en sus muros una interesante exposición sobre la influencia de la fotografía de prensa en la lucha por la libertad de los barbaros árabes. Se acompaña con una preciosidad sobre los mitos arcaicos del hombre animal en los carnavales del centro de Europa. Con figuras que se confundirían con los peliqueiros de las tierras de Laza y demás confines de Galiza Ceive.

Si anda por estos pagos mire lo que le enseña. A veces merece la pena. Por cierto, en algo también hay que aplaudirlos: la entrada es tirada: un par de euros, no mas.