Larga historia. A relajarme. A salir de lo
cotidiano. A perderme por aquellos espacios.
A ver campos de Lavanda que todavía no han crecido…
No he venido a comer su asquerosa comida.
Recuperamos: esa bazofia que te dan en sus restaurantes a precio de oro: aceite
por doquier en tomate seco, tomate mas seco y proyecto de tomate crudo,
acompañado de soberbias aceitunas siempre demasiado saladas. No se preocupe que
luego el medico de cabecera ya le receptara un antihipertensivo.
Debería de saberlo. Provenza jamás fue
tierra de ricos. Comían base mediterránea que consiste en hacer a la brasa lo
que se puede, que es poco. Todo básico. Hasta la bullabesa que hoy te dan llena
de pescado fue en su tiempo un plato ligero de
camuflaje y de un solo pez. El que daba para engañar el hambre durante
meses.
Pues entre una y otra idea vamos bajando.
Esta vez nos acompaña la vieja guía Michelin, que lo cuenta todo, y dos
hermosos libros sobre mitos. Sobre los mitos. Del mito griego, el padre
putativo de la Mitologia, y sobre la construcción, manipulación, de los mitos
ingleses, como muestra de que el poder siempre engaña. Son libros para llevar a
La Provenza. Leerlos bajo un olivo, resguardados del viento de la tarde que
siempre sopla. Entre el vaso de rosado
para los que pueden y el café que siguen sin saber hacer estos franceses.
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