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sábado, 22 de febrero de 2014

Los caballos de Renesse


 
Es tradición antigua. De lecturas variadas. Dicen los racionalistas que después de pasar el duro invierno holandés  en la cuadra, los caballos de tiro eran sacados del estercolero y llevados a la playa  por los campesinos . Además de la lavada general, el yodo del mar, usted sabe, lo cura todo. Para los no versados: los caballos fueron los animales de tiro en la campiña holandésa antes de la mecanización universal. Siempre. Allí jamás usaron vacas para arar. No las necesitaban. Tenían unos monstruos de tiro perfecto: los caballos frisones.

Los creyentes, lea acojonados, mantienen todavía que no era mas que una procesión para lavar los espíritus malignos. No fuera a ser que derrengara con el trabajo – excesivo- bajo el buen tiempo de la primavera verano.

Lo que le plazca.

Renesse es uno de esos lugares que usted no visitara ya que sigue empeñado en no pasar de Ámsterdam y alrededores. Su problema. Allí están las míticas playas del Zeelandia. Donde siempre hace buen tiempo, aunque tengan temporal. Esos pueblos que siguen el decurso de la historia escondidos detrás de la duna. Esa que un día se  llevara el mar por delante. Que siempre se lleva todo lo que es de el. Por eso allí no hay nada ya que lo sensato es estar donde no te coja la ola. Ese nada que lo convierte en una de las últimas fronteras de la Europa superpoblada.

Allí estaban hoy los modernos caballeros. Holandeses, belgas, alemanes. Procesión de amadores de esas bestias que algún día fueron de tiro y hoy corretean por la playa vacía. Siempre vacía. O llena de viento y lo que cuadre.



domingo, 24 de marzo de 2013

El puerto viejo de Zierikzee


Volví antes de que la gripe me dejara tirado. Allí ya poco queda. Fue puerto dominante de Zelandia. Tierras de reformados ricos, explotadores de subhumanos, negreros que se forraron transportando morenos cazados por los árabes en el golfo de Guinea. Es lo que unía a calvinistas y musulmanes: no todo ser bípedo era humano. Poco han avanzado desde entonces. Ambos grupos de mentecatos sostienen todavía que si no eres de su corriente no eres nada.

Camino de la nada van en Zierikzee. La modernidad los dejo de lado. El agua se los llevo ya que tenían los pies firmes en arenales. Poco afianzamiento. De financias dejaron de saber cuándo tuvieron que cambiar el ganado bípedo por las ovejas de los escoceses. Hoy la lana barata llega de Australia por el puerto de Rotterdam, siempre abierto, siempre con suficiente calado.

Intentaron vivir del mejillón, las ostras y las langostas. Las ostras no saben a nada, los hundió la competencia con el francés de Arcachon. Se fueron a Galiza Ceive a copiar el modelo de los galaicos, olvidándose lo esencial: las rías. Hoy el mejillón ya no lo quieren ni los belgas que buscan lo barato. Lo dan regalado en los supermercados holandeses, pero ni al público propio, poco dado a los productos de la mar, motivan. Lo de las langostas no paso de sueño de noche de invierno. Le pusieron el precio a nivel de, olvidándose que con el mismo sabor, ninguno, se las ponía en la tienda a mitad de precio el canadiense de San Juan.

Hoy están con el siguiente invento: llenar el puerto viejo, vacío, de carcasas flotantes de viejos veleros para reconvertirlo en museo marítimo. Todavía no han encontrado el modo de motivar a los alemanes del Ruhr que viajan regularmente a la costa holandesa a mojar los pinreles. El museo está permanentemente vacío.

Pues nada, entre tanta miseria pensara usted que todo es depresivo. De eso nada. El turismo tranquilo de los holandeses llena las plazas y calles de un pueblo que aunque reliquia sigue siendo hermoso. Quizás por eso. Por allí, a desmano, nadie va. Aunque tenga cerca las mejores playas del Mar del Norte, el último paraíso salvaje del delta del Rin, el mar de Grevelingen.

domingo, 7 de octubre de 2012

Adivinanza

 

¿Sabe lo que es? Yo antes no. Ahora si, aunque tampoco. Le cuento: Me fui con hijo numero uno a celebrar que ya es adulto, aunque siga chupando del bote. Vista la neurosis familiar por el mar, acabamos en el acuario de Oosterschelde. Uno de esos sitios a los que no se va si no pasas de casualidad por allí. Aunque los viajeros en los Países Bajos deberían de visitar las esclusas que allí hay. Con marea y si puede – ya sé que no le gusta- temporal. El espectáculo de las olas es para filmarlo y usarlo como terapia en las largas noches de invierno.
Íbamos por el acuario. Una cosa modosa. Bien puesta. Con buenos ejemplares de peces. Buen gusto. Poca gente. Allí estaba esta “cosa”. ¿Una planta? ¿Alga extraña? ¿Plástico? Pues nada de nada. Leemos: huevas de caballito de mar. Y me quede extasiado. ¿Qué me atrae?  Que un animal tan hermoso como pequeño sea capaz de hacer filigranas perfectas. Se lo enseñé un día. ¡Caballón de mar!

jueves, 7 de junio de 2012

En el paraíso, a veces, no se trabaja


Imagínese bajo el sol caliente. La suave brisa del mar que aplaca la temperatura. El silencio de las gaviotas. Que es música. El vecino en la lontananza. Ni se le ve ni se le oye. Olvidándose de la prima, el rescate, la madre que los pario…

Ya me salen los izquierdistas que es de postal para ricos. ¡No me toquen el carallo proletario! Los costes del viaje se reducen al tiempo (y la elección del momento oportuno en el día oportuno). Este, el día, fue de amanecer con niebla. El pueblo veraneante espera cabreado en la bocana del puerto. Miran y mira para el cielo y solo ven la niebla gris que lo cubre todo. Demasiada humedad en día demasiado cálido. Ayer. Hoy fresco de flece. O como dirían mis tías, que son cursis de Ferrol, de rebeca, que es como chaqueta.
Marchan uno detrás de otro para casa. Marchamos para fuera. No se veía un pimiento. El primer barco que se cruza navega precavido. No se ve un burro a cuatro metros. Los barcos a motor se escuchan tétricos cuando los vas a tener encima. Los veleros no. Se te echan literalmente encima.

De repente la nieve se vuelve blanca. Rosa. Cruzas el arco y estas en medio del océano. Bajo el sol. Todo el mar para ti. Vacío. Hasta llegar a las islas del paraíso. Normalmente mas concurrido que la Brava Costa en mes de Agosto. Hoy solo con dos aventureros, llámele, si quiere, suicidas irresponsables que no quieren saber que nos estamos hundiendo, como tu.

domingo, 20 de mayo de 2012

Zierikzee


                                     
Los ricos holandeses lo descubrieron hace tiempo. Seguidos por los alemanes y belgas. No, no piense que porque por allí se muevan los euros el pijerio abunda. A los nórdicos el calvinismo capitalista les ha enseñado que la pasta se tiene y no se muestra. Presumir de ella, el blinblin de los católicos, se detesta militantemente. Razón tienen viendo lo que hay.
Aquí pueden ver lo que se exhibe. Barco respetable. Restaurantes discretos. Ninfas combinadas. Turistas de pantalón corto en procesión. Edificios de lo que fue y ya no es. Museo marítimo “en construcción”. La memoria de cuando eran los reyes del tráfico de esclavos pagados sobre la biblia al mejor postor.
El progreso los ha dejado un tanto desmendrellados. Además estas aguas, con sus fuertes corrientes y su clima encabronado, no es lo más relajado para navegar. Pero de eso se trata. De mantener a tope la adrenalina. Que el relajo es la mejor forma de perder el capital. Y la vida.

La noche de Den Osse


No es un truco. Tampoco un juego de luz. Es lo que ven tus ojos cuando amaneces a las tres de la mañana en un puerto “deportivo”. Todos duermen. De sueño o de alcohol. Ninguno folla. Todos los mareantes se han hecho mayor y a sus años, los polvos, si los hay, son a horas santificadas.
El único ruido que hay es el del viento. Marcando el ritmo con el sonido de las cuerdas múltiples que chocan contra mástiles, amarres y lo que se ponga por delante. Alguna bandera se agita. El resto son luces que van y vienen. Como el faro de Ouddorp. Allá a lo lejos. Que se deja ver en la noche estrellada.
Más no hay. Silencio. Roto por la meada que cae sobre el agua. A estas horas, además de follar, el único motivo para despertarse: desaguar la vejiga.

Amanecer en Den Osse


Allí solo van los que llegaron. Sin literatura. Cinco holandeses, dos belgas, tres alemanes, un gallego, un inglés, dos chinos ilegales. Lo que hay.
Queda a desmano. En la última frontera civilizada. Mientras que dure. La arena crece y los bajos ensanchan convirtiendo las aguas en un nuevo laberinto de canales buenos para las ostras y las crías de peces. No más. Llegará el día en que el mar quede lejos.
Las focas se multiplican. Los buceadores también. Las medusas crecen más rápidamente imponiendo el equilibrio. Solo el hambre  aumentan el número de cañas en busca de las baratas proteínas del mar. Todos en el mismo sitio haciendo masa sin molestar.
En Den Osse hay barcos. Pagados. Los otros, los comprados para blanquear los euros del capital están en Port Zeelandia. Millas más arriba. Cerca de Rotterdam. Allí podrá contemplar yates para dar varias veces la vuelta al mundo que jamás navegaron ni navegaran. Todo lo más usados de lupanar bajo la disculpa de una reunión de trabajo en los días soleados que poco  abundan por estos pagos
Desde Den Osse se navega. Se acumulan horas de mimo a la cascara flotante. Los hay de todo tipo y colores. Se les adivina la nacionalidad entre los pontones: el orden alemán, la comida de los belgas, el anarquismo holandés del todo vale, el uniforme exquisito del té a las cinco y el whisky a todas horas llueva o llueva, siempre llueve,  del hijo de la Gran Bretaña…
Los amaneceres solo son cortados por los graznidos de las gaviotas. El pueblo navegante, educado, no viola el silencio mágico del sol que renqueando comienza a iluminar el día. Mientras miras para la veleta pensando que rumbo pondrás hoy. Eso, el rumbo, que siempre lo marca la naturaleza. Aunque a los románticos utópicos les encante decir que lo han escogido ellos. Todavía hay quien no se enteran que todo, incluso la estupidez, es un programa de aminoácidos.

La competición por las proteínas


Se pasan la existencia luchando contra el mar. Lo han colgado de bandera. Se han convertido en expertos. Lo exportan. Forrándose. Es una inutilidad. Todos, ellos también, saben que un día, durante una tormenta perfecta, volverá la ola a llevarlo todo por delante. No importa. Nada estimula más el crecimiento que la lucha por sobrevivir. Aunque ahora los aldeanos de tierra a dentro vendan la mentira de conservar lo que no es tuyo.
Algunos inventos para controlar el mar son espectaculares. Se lo he contado alguna vez. Como las esclusas que cierran el Oosterschelde. Otras son igual de importantes. Aunque menos eyaculadoras. Esta, que no se ve ni se adivina, es el cierre del Mar de Grevelingen. Por donde en la tormenta perfecta del año 1953 entro el agua asesina rompiendo diques y vida.
Que no se vea no quiere decir que no exista comunicación entre el mar de dentro y el mar de fuera. Donde el pueblo pesca, los tubos que se abren y cierran según la marea, dejan pasar la vida. No solo peces, si no la colonia de focas que viven a ambos lados del dique que para ellos no existe.
Ahí comienza la competición por las proteínas. Mientras que los proletarios de Rotterdam intentan acumular proteínas gratuitas pescando geep o pez aguja, esos sabrosos peces que nadie compra en la pescadería por sus lunares verdes que la ignorancia equipara con veneno, las focas defienden sin miedo su territorio. Asoman sus cabezas de perro marino pidiendo lo que siempre fue suyo.
No sé si tienen santo al que rezarle para que llegue pronto la ola redentora, pero de momento no se quejan. La limitación del desagüe hace que todo pez entre en el embudo. Solo hay que colocarse estratégicamente a la salida y esperar a las ricas proteínas. ¿Le suena? Vamos, como el capital vampiro que los maltrata en sus pagos.

domingo, 1 de enero de 2012

El bello durmiente


Dicen que comienza el año. Les confieso que yo, no. No practico. Excepto las uvas con la familia, y contemplar como la masa gasta en llenar el aire de pólvora para exterminar lo que no hay, no me entero.
El año, para los que navegamos en aguas heladas comienza y termina cuando hay que poner el barco en tierra/ mar. Hace ya dos meses que el bello durmiente reposa en el muelle. Al lado de sus colegas. Alineados en perfecta fila. Resistiendo los temporales que pasan, el hielo que se acerca, la nieve que cae.
Perdemos horas buscando en internet los partes meteorológicos de “largo curso”. ¿Podremos ponerlo en el agua en marzo? ¿O se jodera el intento y no pasamos del mes de abril? Necesitamos no solo el deshielo si no varios días seguidos con más de 15 grados para poder pintarle los fondos, sacarle algún brillo al poliéster, eliminar el verde que le ha crecido en invierno…. Siempre la lista de las cosas pendientes que cada año se hace más larga.
De momento nada, lluvia y temporal, uno detrás de otro. Mientras tanto, escupiendo: mierda de meteorólogos que non son capaces de predecir nada

sábado, 15 de octubre de 2011

Mejillones belgas


En Bélgica, mejillones. A todas horas. En cualquier sitio. Se los hacen como los quiera. Les recomiendo que escojan “ a la trapense”. Hechos con la cerveza de los monjes. Mientras que se los come acompañados de una buena doble, double. Corsendonk, si me lo permiten. Claro que si usted se ha quedado colgado en la civilización del vino siempre hay quien los haga con un buen chorro de mal vino y abundantes zanahorias y puerros.
Lo de llamarles belgas es mas que nada por el lugar donde los come, ya que la mayoría vienen del norte: Holanda. Cultivados en el Waddenzee, metidos a depurar unos días en Zeeland, vendidos bajo la denominación de origen del mismo sitio. Malos a matar. Una cosa raquítica e insípida en la mejor tradición del tomate holandés que algunos ampliamos a sus mujeres: redondos y hermosos por fuera, faltos de cualquier sabor por dentro.
Mejillones belgas si hay. Pero pocos. Y caros. Ahora se han tirado al mejillón del Perú, como el holandés, y al chileno, algo mejor. Jamás tendrán el sabor supremo del mejillón galaico, ese manjar para sibaritas que sabe a MarOceano. Pero no se puede pedir todo en la vida. Así puestos, dedíquese al “superjumbo” holandés, páguelo a precio galaico, y para no sentir nada atícese unas buenas botellas del elixir trapense.

martes, 28 de junio de 2011

Las curvas del mar


La distancia más corta entre dos puntos es la que te permite salir de A y llegar a B. Los que somos galegos de nazon sabemos que jamás es la línea recta. Para eso hay que tener alma de otras geografías. Eso que allí llaman la meseta, al otro lado la planicie, aquí y allá el páramo, Las maquinas modernas tienen alma de mesetarios. Cualquier GPS se empeña en ir en línea recta si no se le amaestra. Ir a ahogarse en los bajos, desempeñarse por cualquier barranco.
Reconozco la atracción de la línea recta. Si usted se fija en el mar como un plato es difícil admitir que uno tendrá que ir bordeando las boyas para llegar. Lo más complicado, si se fija bien, es que ni eso es suficiente. Esos palos que erectos surgen del agua y que casi ni se ven, no son más que las indicaciones de que allí hace daño. El fondo. El espacio que no se debe penetrar. Luego fíese usted de los derroteros y las cartas marinas. ¿Quién va a fiarse de un aspirante a timonel que ni notas sabe tomar? No se fie, ojo avizor, busque el canal para seguir a flote. Y llegar.

lunes, 27 de junio de 2011

El mar de Grevelingen


No había muchas almas. Solo algún despistado no dispuesto a perder el día por la falta de sol. Gran día. Tampoco había viento. Mal día. Sin viento, mal negocio. Queda sumergirse en el ronronear del viejo diesel, 35 años. Dos vidas y media en el mar. Tampoco estábamos para eso. Como la mayoría de los barcos cultivamos el arte de captar con sutileza la más leve brisa.
No crea que es cosa fácil. Desespera a los apurados que no poseen el toque franciscano de esperar hasta que llegue la buena ola. Tampoco crea que dimos la vuelta a la esquina. Bordeamos todas las islas del mar de Grevelingen acompañados por un sincrónico cambio en la dirección del viento. De arribada incluso nos divirtió con un alegre vivace fuerza tres, para lucirse en la bocanada como merece un lobo de mar hambriento de vino y ninfas. Los dioses, como las meigas, ‘hay los’ aunque no existan.
Por el camino nos olvidamos de las reparaciones pendientes, la espalda que duele, la gotera huidiza. Nos atizamos con arenque del mar de Dinamarca, cerveza blanca de Limburgo, pan de centeno del supermercado de la esquina, cebolla blanca de Tours.
Deberíamos habernos quedado para repetirlo, pero ya saben que mañana sale el sol y el mar vacío se convertirá en la rua real de aquí estoy yo.


domingo, 15 de mayo de 2011

viernes, 13 de mayo de 2011

Olas






La marea entrante en el Oosterschelde origina hermosas olas solo aptas para focas que saltan entre ellas a la búsqueda de los arenques

domingo, 8 de mayo de 2011

La política del viajero


Esta semana no he trabajado. Por ocio. Lujo asiático en los pagos hispánicos. Lugares que donde yo duermo llaman el país de los comedores de ajo, los maleantes del despilfarro, las tierras del ladrillo, y demás perlas insultantes. Cuando se puede seguir manteniendo el nivel de vida de siempre y se desconoce lo que es la falta de trabajo, es difícil entender que unos tipos, unos kilómetros más abajo, dicen estar, ¡cinco millones, cinco!, en el paro.
Perteneciendo de hecho a las tribus ricas europeas me he ido a hacer lo se hace en los países en la que la semana santa no existe; y la siguiente, de pecado, de vacaciones, de viaje, es lo que hay.
Navegando por los mares de Zelandia, con viento fuertes, sol tímido, puertos vacíos, restaurantes bien escogidos, poco público, escasos turistas… combinación para disfrutar. Con esto de la modernidad, acompañado de portátil, el i-phone del hospital, el teléfono de uno, he tenido tiempo de sobra para leer y releer lo que escriben los tribales de donde nací.
No se lo contare para no aburrirle. En los blogs de aquí para allá no hablamos de estas cosas. Aunque si se ponen deberían hablar ampliamente de política. Fíjese en la primera foto. Un edificio típico del puerto de Veere. En otros siglos lugar prospero de Zelandia, terminal portuaria pudiente apara recoger las lanas que traían los escoceses para vender en Europa. Hoy exquisito pueblo amurallado, puerto de yates para exhibirse, comercios “con encanto”, restaurantes de postín.
Debería fijarse mejor. Si lo hace ver que la construcción del tejado es extraña. ¿Cuál es la función de ese frente escalonado tan típico en los países protestantes? ¿Ninguna? ¿Juego arquitectónico? ¡Sea honrado y hable de política! Estos juegos del ladrillo es un típico producto del exhibicionismo mercantil de los reformados. Si viaje a Utrecht- Amsterdam, Colonia, Basilea, Zurich-, un ejemplo, podrá contemplar desde el canal inmensas fachadas que exhiben riqueza y poder. Detrás esconden un edificio raquítico. La plata hay que ahorrarla para lo que vendrá, hermanos. Que lo del cielo es cojonudo pero de momento estamos aquí. Es otra filosofía. Radicalmente enfrentada al sureño que me quiten lo bailado. Así les va a los comedores de ajo, dicen aquí.
Razón no les falta. Ya lo ven en la segunda foto. Estatuilla que adorna uno de los muros de las callejuelas de Veere. Reconvirtieron el cupido amoroso en un pandillero de tirachinas. Más acorde con la modernidad que nos enseña que al enemigo no se le juzga, se le ejecuta.
Ya ven, viajar da para mucho. Sin hablarles de política. Ya están ustedes cansados de ver fascistas que retiran anuncios de la prensa que no les es sumisa, cabrones trajeados a cuenta del prójimo, putas de visillo con sueldos millonarios sin que se les conozca oficio ni beneficio… Ah, se me olvidaba: viaje, para comparar. En la Europa reformada en la que me muevo, un político que se atreva a boicotear a la prensa, ayer, ya dimitió. Eso.

sábado, 7 de mayo de 2011

Cuando viajes deja en casa a Vicente





Ya saben, ¿no? ¿A dónde vas Vicente? A dónde va la gente. Es un paradigma universal. Síntoma de la socialidad simia que tenemos, dicen unos. Peor síntoma de inteligencia averiada, dicen otros. Lo que usted quiera. El comportamiento es incuestionable.
Un ejemplo: Leyendo ayer un site de furgoneteros hispanos me encontré con varias preguntas sobre qué visitar en Holanda. Las respuestas, producto de la experiencia, eran siempre las mismas: Amsterdam, Volendam, jachis al por mayor. ..
Que un holandés jamás pierda el tiempo en visitar Volendam, un ex pueblo de pescadores reconvertido en cutre espectáculo para turistas, todavía no ha llegado a esas guías que nos venden las multinacionales. No es extraño. Excepto honrosas excepciones están hechas en un despacho. Detrás de un ordenador para googlear la información. Jamás estuvieron allí.
No les voy a contar a donde deben ir. Yo no lo sé. Ir es para ver. Ver es encontrar. Encontrar es patear. Pateando se encuentran maravillas.
¿Les suena? El mayor parque nacional holandés. Con visita incluida a uno de los sistemas para defenderse del mar. Encheta de langosta con sabor a precios aceptable. Contemplación de las marea con sus corrientes y olas. Navegación incluida. Focas que se dejan fotografiar. Cerca de otros lugares que también hay que ver. Con carreteras bien asfaltadas, pistas de bicicleta… eso, dejen a Vicente en casa.

jueves, 29 de abril de 2010

Navegación número dos


Despertamos con sol y silencio. El mar como un plato. El parte dice que va a llover y levantarse viento fuerza cuatro a cinco, del sur. Nos regalamos con te a la menta ya que la cafetera se quedo en casa, acompañado de barras de musli que saben a gloria. Ni señales de los lobos de mar. Parece que alargaron la noche en la barra de Perry’s.
Aparecen los primeros buceadores, a la búsqueda de centollas. Decidimos partir rumbo a Archipel. Tres islotes en medio del mar de Greveling donde estas resguardado de cualquier viento. En el camino elaboramos la comida. Garbanzos a la pescadora. Por ponerle un nombre. 
De arribada comimos. Acompañándonos con la primera cerveza del año. Embarcada. Sabia a gloria. Gloria era también que había pocos barcos. Silencio. Hijo tres intenta pescar nécoras con salchichón francés. Un fracaso. ¿Sera que no les va el aroma gabacho?
Al mediodía se levanto el viento y el cielo se empedró. Gallego militante – ceo empedrado chan mollado- partimos hacia Brouwershaven. No vaya a ser que se nos moje el piranjallo. Lentamente hicimos millas en un mar vacio. Todos se habían marchado ya para casa. Navegando escuchamos por la radio el nuevo parte meteorológico. La lluvia y el viento fuerte se atrasa hasta la noche. ¡Fíate de los meteorólogos!. Cuando arribamos lucía el sol.

miércoles, 28 de abril de 2010

Navegación número uno


Partimos ya tarde de Brouwershaven. Arreglar la intendencia de un barco después de un invierno de reposo y frio consume muchas horas. Tras la elaboración de listas interminables con latas de sopa, sardinas, cerveza, galletas, agua, café, azúcar, aceite, limones, papel de cocina y del otro, etc, etc, hay que comprarlo todo. Poca cosa. El mayor tiempo se consume en alojarlo con orden en la sentina. Sabiendo luego donde esta todo. Cuidando que la cerveza se conserve fresca y las galletas secas. No olvidar las cerillas. Ni el mechero. ¿Dónde puñetas guardaste el abrelatas? ¿Qué te has olvidado la cafetera? ¡Te tiro a los tiburones que no hay!
Todo en su sitio y repletos de combustible, no vaya a ser que el viento aproveche los primeros calores y también vacacionee, partimos con viento portante hacia el muelle de West Repart a donde muchas veces fuimos y jamás llegamos. Llegar. Arribamos después de navegar relajadamente mientras que ajustábamos cabos, velas, anclas, y demás útiles e inutilidades que trasporta un barco.
West Repart es un minúsculo muelle frecuentado por lobos de mar solitarios belgas y alemanes. Esos tipos desahuciados por sus hembras, familia y demás parentesca. Los modernos autistas que gastan los euros en cultivar sus containers flotantes mantenidos con el sueño de que algún día darán la vuelta al mundo.
Que no salgan de la esquina no es importante. West Repart es una de las ultimas fronteras antes de llegar al paraíso inexistente de las arenas del agujero de Brouwers, donde reposan las focas verano e invierno.
De arribada, tras cruzar la carretera, te encuentras de bruces, entre las dunas, con Perry’s. El mejor chiringo de la costa del Mar del Norte. ¿Sabe usted que se hace en Perry’s? Beber vino gallego, agua gallega, cerveza blanca alemana; contemplar niñas en flor, burgueses, pudientes, ex hippies enriquecidos, piratas de lujo; zamparse la mejor costilla de cerdo del país mientras se cuentan olas durante la puesta del sol… Por 17 euros.

sábado, 13 de junio de 2009

Volvemos a navegar


Pasado el invierno, dicen, sacamos el bote del hangar donde durmió los ultimos meses. Limpieza general. Constatación de que hay que reparar la madera de la quilla. Buscar en el trastero amarras, anclas, luces, cojines y cartas marinas. Chupar fila para poder llegar al mar. Allí volvimos a navegar entre un sol raquítico, un viento fuerte, unas olas incomodas. Pero volvimos.
Ahora solo falta que llegue el verano