sábado, 22 de febrero de 2014

Los caballos de Renesse


 
Es tradición antigua. De lecturas variadas. Dicen los racionalistas que después de pasar el duro invierno holandés  en la cuadra, los caballos de tiro eran sacados del estercolero y llevados a la playa  por los campesinos . Además de la lavada general, el yodo del mar, usted sabe, lo cura todo. Para los no versados: los caballos fueron los animales de tiro en la campiña holandésa antes de la mecanización universal. Siempre. Allí jamás usaron vacas para arar. No las necesitaban. Tenían unos monstruos de tiro perfecto: los caballos frisones.

Los creyentes, lea acojonados, mantienen todavía que no era mas que una procesión para lavar los espíritus malignos. No fuera a ser que derrengara con el trabajo – excesivo- bajo el buen tiempo de la primavera verano.

Lo que le plazca.

Renesse es uno de esos lugares que usted no visitara ya que sigue empeñado en no pasar de Ámsterdam y alrededores. Su problema. Allí están las míticas playas del Zeelandia. Donde siempre hace buen tiempo, aunque tengan temporal. Esos pueblos que siguen el decurso de la historia escondidos detrás de la duna. Esa que un día se  llevara el mar por delante. Que siempre se lleva todo lo que es de el. Por eso allí no hay nada ya que lo sensato es estar donde no te coja la ola. Ese nada que lo convierte en una de las últimas fronteras de la Europa superpoblada.

Allí estaban hoy los modernos caballeros. Holandeses, belgas, alemanes. Procesión de amadores de esas bestias que algún día fueron de tiro y hoy corretean por la playa vacía. Siempre vacía. O llena de viento y lo que cuadre.



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