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miércoles, 26 de agosto de 2015

¿Qué ver en Islandia cuando se dispone de poco tiempo, el norte o el sur?


Ayer leí en un blog de viajantes una respuesta a esta pregunta.  Con debate. Irrisorio. No hay respuesta a semejante cuestión.

Algunos teorizan que si usted tiene dos semanas puede visitar la isla entera. Norte y sur. Si usted no dispone mas que de 9 días tendría que elegir entre una cosa u otra.
No comparto la tesis. Que el tiempo que uno dispone para viajar es importante nadie lo negara. Mas importante son sus apetencias personales. ¿Qué quiere ver? ¿Qué es lo que le empalma o moja? Eso es el dato fundamental.


 ¿Qué hay en el sur de Islandia? Las mejores carreteras. Los precios mas caros. Los lugares de los folletos. La masa de turistas. La incomodidad del “ todo lleno”. La mayor posibilidad de que llueva.

Si usted va al sur vera lo que le mandan las guías. Podrá hacer esas fotos que todos traen. Será robado con sonrisa con los precios que por cualquier cosa le piden. Se meterá kilómetros en el cuerpo para llegar a verlo “todo". Si va al sur ama usted pasearse entre la masa que se abanea al ritmo de los guías de viaje.


El sur es la playa negra de Vik. Los hielos de Jokulsarlon. Geyser y Gulfoss. Ira usted a perder un día precioso en Reykjavik, todos van. Perderá otro en la poza infecta del Blue Lagoon, ¿quien resiste la publicidad? Pateara entre la masa la zanja de Pingvellir, sin enterarse de que la gran hendidura se encuentra mas al sur, cerca de Grindavik.

Se perderá entre tantas vueltas la belleza de Landmannalaugar . Podrá olfatear algo de la inmensidad de los hielos de Vatnajokull.


¿Qué hay en el norte de Islandia? El mejor tiempo. Los grandes espacio. Mas carreteras sin asfaltar. Poco pueblo. Menos turistas. Las interminables curvas. Los precios mas asequibles. Los grandes vacíos. Si usted va al norte ama la naturaleza salvaje sin – demasiados- espectadores.



El norte es Myvatn, pájaros, volcanes, barro, lava humeante, manantiales de agua hirviendo. El norte es la mejor piscina de Islandia: Hofsos. La mítica heroica de los pescadores de arenque. El circulo polar ártico y la isla de Grimsey. Las ballenas de Husavik. La capital provinciana de Akureyri. Dettifoss, la mayor brutalidad jamás vista en forma de agua. 



Ya puede ir haciendo la elección. Para enredar, le propondré mas alternativas. Olvídese de todo lo anterior. Hágase con un 4x4 en la forma de Land Rover, Land Cruiser o Pajero. Cómprese un buen saco de dormir y sin gastar la pasta en hoteles  váyase a recorrer las pistas sin asfaltar de las tierras altas.  Tome la pista F35 de Gullfoss hacia el norte. Haga una parada en Hveravellir. Tome por Godafoss la F26 y vuelva a entregar el vehículo en el aeropuerto. Si entre una y otra cosa le queda tiempo alargue la ruta y llegue por la F88 hasta Askja. Solo entonces podrá decir que ha visto Islandia.



jueves, 26 de diciembre de 2013

Bajando de Kreuzbode a Saas-Grund aunque los suizos lo prohiban



Llegamos a Hohsaas. Llegamos a nada. Un nombre en un mapa que marca la ruta. Con una copa dibujada. Que indica bar, chiringo, tasca, lo que usted quiera. Allí no hay más que viento. El mismo que se convierte en tu cuerpo en frio atroz.

Un poco más abajo está el refugio de montaña de Weissmies. No se ve un alma. La misma alma que te dice que aquellas construcciones de madera, hundidas en la nieve, no son destino de nada.

Kreuzboden parece desde lejos más convincente. Allí llegan los esquiadores en la góndola. La bandera suiza del amplio restaurante –sabríamos luego- ondea al viento. El mismo que arriba, pero menos asesino para el cuerpo. Hacemos pausa y pagamos un café. Beberlo no. Es ricino puro. Deberíamos de saber que en esas altitudes todo se hace de polvos.

La nieve en polvo te golpea los ojos cuando sales a buscar la pista que dice el mapa que lleva a Saas-Grund. El pueblo en el fondo del valle. La entrada se encuentra enseguida. Cerrada a cal y canto. Sin que te expliquen por qué, mantienen la prohibición en unas cuantas lenguas europeas.

Quedarse en la nieve de acampada no es opción. Esquís no tenemos. Piernas para que las quiero, si. Hermoso descenso entre el viento que te acaricia la espalda, la vista majestuosa de los picos del glaciar de Fee. Un paseo entre la nieve y los hielos de Trift.

Allí dejamos la senda que te lleva al Trift Alphutte, donde te dan manjares de la tierra. Pero la bajada por el camino helado que te lleva por las viejas capillas del monte es más interesante que un buen bistec de patatas.

Con los pies cansados llegamos a Saas-Grud a la hora de comer. No se ve un alma. El viento lo devora todo. Apareciendo el autobús que te lleva a la dacha de Saas-Fee no hay más opción que montarse y dejarte llevar otra vez cuesta arriba. Allí, donde hoy tenemos cama