jueves, 26 de diciembre de 2013

Bajando de Kreuzbode a Saas-Grund aunque los suizos lo prohiban



Llegamos a Hohsaas. Llegamos a nada. Un nombre en un mapa que marca la ruta. Con una copa dibujada. Que indica bar, chiringo, tasca, lo que usted quiera. Allí no hay más que viento. El mismo que se convierte en tu cuerpo en frio atroz.

Un poco más abajo está el refugio de montaña de Weissmies. No se ve un alma. La misma alma que te dice que aquellas construcciones de madera, hundidas en la nieve, no son destino de nada.

Kreuzboden parece desde lejos más convincente. Allí llegan los esquiadores en la góndola. La bandera suiza del amplio restaurante –sabríamos luego- ondea al viento. El mismo que arriba, pero menos asesino para el cuerpo. Hacemos pausa y pagamos un café. Beberlo no. Es ricino puro. Deberíamos de saber que en esas altitudes todo se hace de polvos.

La nieve en polvo te golpea los ojos cuando sales a buscar la pista que dice el mapa que lleva a Saas-Grund. El pueblo en el fondo del valle. La entrada se encuentra enseguida. Cerrada a cal y canto. Sin que te expliquen por qué, mantienen la prohibición en unas cuantas lenguas europeas.

Quedarse en la nieve de acampada no es opción. Esquís no tenemos. Piernas para que las quiero, si. Hermoso descenso entre el viento que te acaricia la espalda, la vista majestuosa de los picos del glaciar de Fee. Un paseo entre la nieve y los hielos de Trift.

Allí dejamos la senda que te lleva al Trift Alphutte, donde te dan manjares de la tierra. Pero la bajada por el camino helado que te lleva por las viejas capillas del monte es más interesante que un buen bistec de patatas.

Con los pies cansados llegamos a Saas-Grud a la hora de comer. No se ve un alma. El viento lo devora todo. Apareciendo el autobús que te lleva a la dacha de Saas-Fee no hay más opción que montarse y dejarte llevar otra vez cuesta arriba. Allí, donde hoy tenemos cama



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