jueves, 7 de junio de 2012

En el paraíso, a veces, no se trabaja


Imagínese bajo el sol caliente. La suave brisa del mar que aplaca la temperatura. El silencio de las gaviotas. Que es música. El vecino en la lontananza. Ni se le ve ni se le oye. Olvidándose de la prima, el rescate, la madre que los pario…

Ya me salen los izquierdistas que es de postal para ricos. ¡No me toquen el carallo proletario! Los costes del viaje se reducen al tiempo (y la elección del momento oportuno en el día oportuno). Este, el día, fue de amanecer con niebla. El pueblo veraneante espera cabreado en la bocana del puerto. Miran y mira para el cielo y solo ven la niebla gris que lo cubre todo. Demasiada humedad en día demasiado cálido. Ayer. Hoy fresco de flece. O como dirían mis tías, que son cursis de Ferrol, de rebeca, que es como chaqueta.
Marchan uno detrás de otro para casa. Marchamos para fuera. No se veía un pimiento. El primer barco que se cruza navega precavido. No se ve un burro a cuatro metros. Los barcos a motor se escuchan tétricos cuando los vas a tener encima. Los veleros no. Se te echan literalmente encima.

De repente la nieve se vuelve blanca. Rosa. Cruzas el arco y estas en medio del océano. Bajo el sol. Todo el mar para ti. Vacío. Hasta llegar a las islas del paraíso. Normalmente mas concurrido que la Brava Costa en mes de Agosto. Hoy solo con dos aventureros, llámele, si quiere, suicidas irresponsables que no quieren saber que nos estamos hundiendo, como tu.

No hay comentarios: