martes, 2 de diciembre de 2008

La iglesia de Honfleur


Mi amigo Suso de Toro, con el que compartí sueños en los años de estudiante que por suerte para los dos no eran mas que masturbaciones mentales de chavales espabilados, escribía estos días en El País, que viendo la caída del muro de Berlin junto al entrañable Camilo (Camiliño) Nogueira, este decía: es la caída del capitalismo.
Camilo y Suso siempre fueron muy de arrebatos, lo que les mantiene en vida. El capitalismo no cae aunque este viejo. Nosotros si. Nos convertimos en Reserva, nos entran los males del añejo, y persistimos en la estupidez de creer que si el mundo no cambia es por que no lo intentamos como corresponde.
Diga delirio. Pero usted me dirá, ¿que tipo de delirio colectivo es el que llenaba de antaño las iglesias con gente que creía en el dios que, como dice mi hijo pequeño, no existe, ya que si le pides una play station después de haberte esmerado, no te trae nada? Vamos, creer es un delirio mas o menos colectivo.
Semejante sacrilegios se me ocurren deleitándome entre los muros de la iglesia de Honfleur. Joya realizada en madera por los carpinteros de rivera normandos, pensando que de tanto construir barcos jamas llegarían a la posteridad, visto que el mar, macho cabrón, se lo lleva todo. Optaron por la puta tierra, femenina traidora que no avisa pero que se precia de lucir abalorios para que los humanos perdamos la cabeza.
Mientras tanto, Suso, Camiliño e moitos mas seguimos creyendo en nuestro delirio de iglesia galaica, que mantiene que allí esta el paraíso. Aunque muchos hijos de puta expoliadores nos vendan la historia del pobre pedigüeño. Todavía no se enteraron de de hoy en día ya nadie pide limosna a las puertas de la Iglesia de Honfleur

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