Hoy usamos tarjeta tras tarjeta, sin gastar. De regreso, nos atamos al ordenar acompañados de lubricantes sabrosos. Dale que te pego recordamos lo que vivimos. Alarga el gusto del viaje; de paso podemos molestar a vecinos, familia y adheridos enviando nuestras postales por emilio.
Todo un avance.
Pero, señoras y señores ¡no se me confundan! El momento supremo sigue siendo apretar el disparador. Y allí, debajo del puente, retratar otra vez a la parienta que por segundos se ha trasformado en la ninfa de nuestros sueños. ¿Entiende? Solo los que no tienen ojo fotográfico se empeñan en seguir viendo turistas haciendo fotos, miles de fotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario