miércoles, 18 de febrero de 2009

Pessoa el alcohólico


El Sr. Pessoa era un borracho. Militante. Sus heterónimos eran más borrachos. Militantes.
Ahora pueden acusarme de sacrílego. Lo que no cambia la realidad. Decía Flaubert que a los dioses no se les debe tocar ya que se te quedan los dedos dorados de la pintura. Eso.
Bebía tan bién como escribía. Como miembro de la cofradía de lectores apasionados de Pessoa reivindico su derecho a darle al codo.
Si usted va a Lisboa tómese unos tragos en memoria de nuestro héroe. De penitencia siéntese en una de las incomodas sillas del Café A Brasileira (Rua Garret 120). Antes de entrar puede fotografiarse como buen turista al lado de la estatua que le han regalado al alma del mejor poeta del siglo veinte.
El café es bueno. El culo le dolerá enseguida, pero compensa escuchar las discusiones de los parroquianos.
Cuando se canse no piense que ya está listo. Baje, despacio, a la Praza do Comercio 37 y busque una buena mesa en el Café Martinho da Arcada. Allí podrá disfrutar de buenos tintos, altos precios, bacalaos variados… escriba cualquier cosa en una servilleta y luego, para hacer la digestión, suba otra vez por la Rua Garret hasta la Librería Bertrand y compre. Al poeta

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