miércoles, 26 de agosto de 2009

Entrar en La Rochelle


Arribamos. Tras la puesta del sol. Estaba como siempre. A tope.
Entrar en la Rochelle te pone caliente. Allí hay vida.
Antes tenía sus complicaciones. Pasando a vela entre las dos torres desaparecía el viento de súbito. Una jodienda, ya que siempre salía un barco más grande que el tuyo.
Ahora solo sale la lancha que va del puerto viejo a la marina de Mimes, el pasador de una ribera a la otra, el ingles despistado que entro buscando inútilmente un atraque, los dos locales con un primo en el ayuntamiento.
Hoy llegar a La Rochelle es atracar en la monstruosa marina del puerto de Mimes, una de la más grandes de Europa, llena de Tuperwares que solo salen a navegar en la imaginación de sus amos parisinos. Pero llegamos. También para la foto. Sin lluvia

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