sábado, 12 de junio de 2010

Nísperos, fruta de dioses, y de mi madre


Paseando sin rumbo, esperando a que la señorita acabara su visita cultural, vi la caja en uno de los puestos de fruta de Campo dei Fiori. Fue orgasmo instantáneo. ¡Qué piezas! ¡Nunca vistas!
No, no me refiero a parte anatómica de ninguna hembra, si no a unos nísperos. ¿Sabe usted que es un níspero? Una planta exótica traída al mediterráneo en el siglo 18 desde los mares del Japón, como objeto ornamental debido a sus hermosas flores. Hasta que alguien descubrió que no solo se podían comer, si no que sabían a almíbar de virgen dispuesta a entregarse.
Es un recuerdo infantil. Uno, que nació entre las brumas y nieblas atlánticas, no conocía otra costumbre que esperar a que con la llegada de septiembre aparecieran los primeros camiones que nos traían las naranjas Rebollo de Valencia. Mas no había. La primera granada, la de comer, no la asesina, la probé cuando el tío Federico, estraperlista de alcurnia, las acepto como oro en polvo de algún negocio obscuro. Pasaron más de diez años hasta que comimos la segunda.
Allí estaba mi madre, con unos nísperos diminutos que se había agenciado, non preguntes neno, cala e come. Comimos y disfrutamos. Y cada primavera, sin esperarlo, compraba mi madre por un día aquella fruta extraña que nadie sabía cómo se llamaba. Asi aprendimos a disfrutar lo exquisito.
El tamaño de los nísperos fiorentinos eran apabullantes. Su sabor también. El kilo duro lo que dura un orgasmo exquisito. Pero ya lo leyó: sabor de virgen dispuesta entregarse

1 comentario:

Vero dijo...

Me hace acordar a al plato de frutas que me pedí ayer en Campo di fiori.QUe deliciaaa