lunes, 25 de octubre de 2010

Amberes otra vez


Aprovechando que llovía y seguiría lloviendo, acompañe a las tres señoritas en su bajada Amberes. Centro comercial del Brabante belga y holandés. Seguía lloviendo. Con ganas. Estaba rebosante. No de mirones, no crea. El pueblo arrastraba bolsa y mas bolsas de consumo. Sin rebajas. Tampoco crea que estamos en la época barato barato. Allí no se estila la cultura proletaria si no de marcas.
Las señoritas también consumieron. De gusto. A eso iban.
Mis campers de hace años, utilizados para estos andares, decidieron agujerear la suela en día de charcos. Con el calcetín empapado busque una zapatería donde adquirir otras zuecas que duren, para divertimento de la vendedora: que raros son estos extranjeros. Hasta tuvo la delicadeza de impregnármelas de un potingue resistente a la lluvia.
Enterré las viejas botas en una papelera del Mehier, centro del consumo capitalista.
Debo estar abonado a estos trances. En la estación de autobuses de Florencia deje tiempo atrás unos Callaghan hispanos con los que traquetee media Europa. Aunque no vaya usted a pensar que las señoritas aplauden el ahorro del caminante: ¡a modernizarse mandan!, dicen. ¿Me estaré volviendo más viejo de lo que pienso?

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