domingo, 10 de abril de 2011

Chocolate belga


La fama se la llevan los suizos. Pero son los belgas los reyes del chocolate. ¡Indiscutible! Se lo digo yo que es el único vicio que tengo, los otros aparte. Los suizos hacen buenos chocolates basados en el empleo de abundante cacao. No más.
Lo de los belgas es otra cosa. Unen a los sabores del buen cacao combinaciones de frutas exquisitas junto a una estética de createur. El orgasmo alimentario del chocolate bien combinado.
Aprendieron el arte en los tiempos en que expoliaba el Congo. En singular, ya que era El Rey y no el pueblo en héroe de tal ignominia. Hace tiempo que se acabó esa historia. Hoy el cacao lo traen a través de Costa de Marfil, pero es lo mismo: oro del pueblo vendido por los intermediarios
No se me confundan con el caramelo de Leónidas. Mediocridad para turistas. Les hablo de Marcolini, Godiva, Corne, Manon, y muchos más. Observe y sienta como la boca se le ha puesto cachonda.
Fíjese en la foto que les presto. Recién tirada en la nueva chocolatería en el Meir de Amberes, al lado de Zara y demás tiendas. Para ponerle en la duda: gastar el capital en el modelito para ocultar su cuerpazo o darle el gusto.
Lo del chocolate es una historia aparte. Se lo inventaron los indios sudamericanos. Al otro lado del charco todavía discuten si México se lleva en honor de ser los inventores o deben compartir la honra. A Europa se lo trajeron los colonizadores extremeños. Sin mucho éxito. El chocolate primitivo era un brebaje de un sabor asqueroso para paladares finos. Los italianos le sacaron la pimienta y le echaron el azúcar. Los suizos empezaron con las guindas. El uso de licores es mérito de los espaguetis. Tuvo que venir un reformado holandés, el señor van Houten, que nos enseñó como hacer el polvo de cacao…hoy es alimento de ninfas melancólicas que dicen usarlo para curar la depresión ya que les sube la serotonina. Mentira piadosa, usted ya sabe. Eso, miles de orgasmos en la boca

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