domingo, 17 de abril de 2011

Navegantes de brocha gorda


Tengo el sótano hecho un asco. Ya lo ven. Convertido en taller de pintura. Es el precio a pagar por la hermosura de la madera. Que no todo es plástico en la vida. Como mínimo cinco capas de barniz marítimo para que el sol y el salitre no me deshagan las partes más delicadas del bote. Eso, que usted tampoco lo mete – o deja que se lo metan- en cualquier lado.
Lo de la pintura es martirio, ya que solo seca con calor abundante y uno vive en el reino de la humedad. Vamos, que hacemos horas para que uno de estos días sea posible lanzar el bote al agua. Y navegar.
Navegar, que para eso está. El bote, lo importante, sigue empaquetado en la nave donde paso el frio invierno. Desempaquetarlo y pasarlo por la ducha de la manguera se lo dejo al pinche, que por unos euros por debajo de la mesa está dispuesto a todo. Ustedes comprenderán que no están los tiempos para que hacienda, esa cosa de ellos que pagamos todos, también se nutra de un buen lavado. ¿Acaso paga el ministro cada vez que le lavan los platos?

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