domingo, 29 de mayo de 2011

Cantata de loa a las ninfas obreras


Ahora que el pueblo se tiró a la derechona, convencidos de que donde hay dinero se crea más, hay que vivir el presente sin perder la memoria.
Los primeros polvos, los de verdad, los echamos entre los cultivos de grelos camino de Santa Marinha. Lo que a usted no le dice nada a no ser que sea de Ferrol. Barrio aldea periférica donde vivían los obreros campesinos sacados de sus leiras para satisfacer la mano de obra de los astilleros. Muy obreros no eran. Seguían manteniendo las costumbres panteístas de la Galiza eterna. Algo que usted, por mucho camino de mierda jamás encontrara. Aquello murió. Sus hijas, las nenas proletarias, se dejaban querer y te querían de verdad. No como las preas endomingadas de la Plaza de España. Tan putas, tan falsas, tan sucias, tan mentirosas. Las engañamos cuanto pudimos. A las señoritas. No a las obreras, que jamás se engañaron ellas. Listas como el raposo rojo pisaban fuerte marcando el rumbo que tú, hambriento falto de todo, seguías
Nos quedó la vena. Detesto las burguesas jarrón. Esas damas que los feijoitos y sus admiradores tanto propagan como la hembra de casta. Abalorio de esquina de pasillo que solo consumen su cartera. Para la vida hay que juntarse con un alma obrera. Esas pocas hembras de altura que lo mismo te dan un orgasmo calidad suprema que te pintan los bajos al barco. Poco las ves, ya que presumen de discretas. No, no confundan con la timidez ni la modestia. ¡Nada de eso practican! Aunque las canas les entren siguen cultivando la inteligencia de zorra roja que llevan en la sangre. No las busque. Es inútil. Se encuentran en una terraza leyendo el tractatus de lo que sea, o el Ulises que ya nadie puede leer. Hay que moverse. Viajar por sus lugares y los de los vecinos. Ver para encontrar. Ya lo sabe, en su calle no hay ninguna. ¿Se ha fijado bien en el semáforo de la esquina?

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