domingo, 19 de junio de 2011

Más Amberes





Bajamos a Amberes con la disculpa de la lluvia. Las borrascas se arrastran una tras otra y no hay más alternativa que patear ciudades bajo un paraguas o quedarnos en casa ante un libro y un buen vino. Lo que ya estilamos en demasía en el invierno.
Que Bélgica es el sur, o el norte del sur, o el comienzo del sur, o llámele lo que usted quiera, se demuestra en que a pesar de los litros que de caían del cielo, el pueblo seguía bebiendo con pasión los elixires de los monjes en las abundantes terrazas bien pertrechas para climas borderline.
Pateamos la zona antigua con pasión y sistema. Una de las ventajas de la lluvia es que el público comprante se queda en casa y no veas como te despeja el panorama. En Amberes, detrás de una puerta se esconde muchas veces inmensos patios. Unas veces es un bar, restaurante, braseria. Otra vez una tienda para hembras de lujo. De vez en cuando esconde una tienda diseño importado de china a precios de New York. Merece la pena visitarlos. Los belgas flamencos mantienen un gusto francés adornado con pinceladas del racionalismo calvinista que solo abrazan si la oportunidad lo requiere.
Al final acabamos con el cuerpo derrotado, la cartera ligera, los zapatos mojados y el sentimiento de haber hecho algo más que quedarse en casa. Vamos, siempre moviéndose, en el traca traca.

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