domingo, 12 de febrero de 2012

Las vacas y yo


¿Sabe usted algo de vacas escocesas? Le cuento: Las Highland Cows son esos animales que dicen que algún día salieron de las tierras altas de Escocia para irse asentando en todos los rincones del mundo donde uno se hace un hombre: Donde llueve, hace frio, nieva de vez en mucho, el sol es extraño, etc. El otro sitio era la marina pero les juro por experiencia que allí no te haces nada decente. Posiblemente lo de las vacas sea también mentira. Como lo de ser “riquinhas”. No se fie usted de estos monstruos. ¿Ha visto bien la cornamenta? Pues esa vaca dulce y simpática se convierte en un toro bravo, máquina de demolición, como usted no se cuide. Y si ve terneros, ya puede ir poniendo los pies en polvorosa por muy fotogénicas que las vea.
Es un animal digno. De carácter. Altivo y sereno. Yo, que nací en el país del millón de vacas, no soy neutral en esto del gusto. Pero una buena Highlander, roja como el proletario del XIX, es suprema. Yo las contemplo en las tierras comunales, por donde duermo. Semisalvajes patean los bosques y prados para evitar que se conviertan en insoportable pira que incendiar. Deberían soltarlas en el país del millón de vacas. Son más eficaces que una cuadrilla de incendiarios “bombeiros”. Y más baratas. Pero ya saben que para ideas gloriosas hay que ser reformado y/o viajar.
Aquí las tiene, estos días de frio de grajo, a menos 15, corriendo encabronadas entre la nieve caída; nos acercamos demasiado

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