domingo, 8 de abril de 2012
De frente, el mar Océano
Allí, aproando, debe estar la bocanada. Con un giro a estribor. El mar de Grevelingen se abre. Hay que navegar todavía algunas millas para cruzar la esclusa que te lleva al mar del Norte. Puedes escoger incluso la ruta. Vía de Haringvliet, poco recomendable por el tráfico de los contenedores que van y vienen de Amberes. Vía de Oosterschelde . Con sus corrientes y mareas. Sus amplios mares. No te confundas marinero que en sus bajos se quedaron muchos.
Allá, mas allá, el mar Océano. Ese sitio a donde quieren llegar todos y algunos van. Hoy toca nada. Seguir mirando. A la proa. Más allá de la proa. Sintiendo ese viento asesino que brua o grita, aúlla si usted quiere, que hoy no da permiso para nada.
Controlas las amarras. Bebes lo que tengas. Paseas a la bocanada. Meas en los wáteres bajo el bar del puerto. Contemplas la nueva adquisición del vecino. ¿De dónde sacara el tiempo para mantener el barco y enamorar a otra rubia? Hechas una mano al abandonado por la tropa. ¡Con este viento no se puede!, se disculpa. El capitalista flamea la bandera nueva, tan desproporcionada como su impoluto barco. Educado el siempre: buenos días le de dios y el banco.
Así pasamos las horas. Mirando al frente. Sobre la proa. Contemplando el mar Océano. Allí enfrente. Delirando que vemos lo que no se ve.
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