sábado, 16 de marzo de 2013

El pelotazo de los museos: El ejemplo aleman: Colonia




Ustedes ya conocen la receta, ¿no? Se saca un montón de pasta de la que pagan hacienda son ellos, nosotros. Se contrata a un arquitecto de estos que hacen filigranas y castillos en el aire. Se lleva a los plumillas a comer al restaurante de turno para que loen el nuevo cultivo de las neuronas de los padres de la patria de ellos. A los que viven de la blogeria se les trae en autobús para dar la nota indi. De guinda, se contrata como director  a un moderno con gafas de pasta y fular de Máximo Dutti que diga frases en ritma y sin ritmo. ¡Un pastón!, pero valió la pena, dirán tras las elecciones.

Ninguno tiene colección. Dos cuadros mal colgados en unos muros de  blanco virginal. Para dar el pego y evitar que el plumilla resentido se vengue en la hoja parroquial no invitada a los modernos juegos florales, se intercambian las exposiciones como cromos. Siempre organizadas en base a los préstamos de la mafia de amigos… ¿No me diga que no les suena? Los hay a cientos, en cualquier lugar, en cualquier país.

De vez en cuando sale algo más puesto. Son las colecciones que crearon algunos industriales europeos en base a las plusvalías robadas. Esas colecciones se han ido asentando en distintos pueblos europeos a base de ingestas inyecciones de dinero acompañadas del silencio cómplice del no ver, no preguntar.

Colonia es la muestra de los dos modelos. El museo Ludwig fue instalado en un edificio construido por los arquitectos Busmann y Haberer. Es un edificio exhibicionista. Como ya les conté estos días es también la historia de un fracaso. En sus suelos alberga también la imponente sala de conciertos de la  Philarmonia, que sucumbe bajo las pisadas de los paseantes. La colección de la familia Ludwig, a pesar de los nombres de Picasso, Matise, Klee, Beckmann, la avant-garde rusa, etc, es ínfima. El edificio si debe verse. 

Un poco más lejos, cerca del ayuntamiento, medio oculto, se encuentra la mole del    Wallraf-RichardtzMuseum- Fondation Corboud. Una pequeña colección de flamencos y holandeses, incluyendo a Rembrand, acompañan a Rodin, Renoir, Degas. Es el museo más didáctico que me he encontrado en mi existencia. Con excelentes explicaciones para adultos; con un perfecto sistema para que los niños se interesen por la pintura. Debería de ser de visita obligatoria para estos modernos parientes del alcalde que nos organizan los  museo- espectáculo  modernos; a ver si les pega algo.

Si usted disfruta de las piedras y su repetición hasta el aburrimiento, debe ir a ver el museo donde los alemanes amontonan toda piedra que los romanos dejaron alguna vez por las orillas del Rin. Por cierto, como en Alemania nada es gratis y para que no se muera del susto, sáquese un billete para ver todos los museos de una vez. Paga uno y el resto, eso, al aire


 




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