domingo, 2 de junio de 2013

La gaita turca




Se empeñan en llamarle gaita turca. Es una gaita de Anatolia y Tracia. De ahí viene y ahí se toca. Poco más.

La afición de los pueblos que no son país y si acumulo de tribus por apropiarse de lo ajeno es universal. Lo practican con la pasión nacional imperialista que se imponen. No hace falta viajar muy lejos para verlo. Fíjese usted en los holandeses. Nacionalistas chauvinistas avant la letre. Un pueblo que no es. Que se disfraza de naranja para festejar las mangancias del futbol y el cumpleaños de la reina. Estando en la cumbre del florín camuflado de euro es difícil aceptar que se juntaron en un arenal malsano todos los escapados de la Europa intolerante.

¿Sigue dudando? Mire a los yanquis. Nacionalistas de cañón. El desecho y la miseria europea ayer, hoy latina y asiática, en aluvión. Hay que crear mitos si no hay historia.

España, ese invento de los extranjeros. Ellos son murcianos, gallegos, aragoneses y lo demás. Solo presumen de la patria los que viven de ella: funcionarios, milicones, futbolistas, mangantes. Siguen escribiendo su historia, pero ya saben, el flamenco es de todos y la gaita solo de los gallegos.

En Normandía dicen ser normandos. Los bretones siempre fueron ellos. Los de Paris hasta reivindican ser distintos. ¿Qué más quiere?

Los turcos tampoco son pueblo. Tiempo ha fueron griegos, judíos, armenios, traficantes mediterráneos, campesionos de Tracia, judíos de todos lados, salvajes de Anatolia. Llego un tipo vestido de sultán y les dijo que eran turcos. Se fabricaron un gorro y una bandera. La gaita les fallo. Para eso hay que saber tocar música.

Hoy la gaita de Anatolia se escucha poco. Algún desplazado la tañe en las rúas de Istanbul. Para lo demás hay que adentrarse en la Turquia profunda. Lo que no siempre es fácil. Tiene un ritmo trepidante. Monocorde. Jamás llegara a hacer fortuna. Se quedó como muestra del atraso, retraso, permanente de un pueblo campesino. Cuando les pones una gaita gallega, alucinan. Luego hay que explicarles que el camino de Santiago fue más que un largo camino. La autopista cultural de Europa que llevo de arriba abajo los progresos del centro del mundo. Aunque allí en la meseta todavía hoy se empeñan en tañer acordes de gaita turca.

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