domingo, 27 de octubre de 2013

Barcelona revisada


Bajamos a Barcelona con la disculpa de la reunión anual del loquerio europeo. Seguía en el mismo aeropuerto. Un poco más vieja. Más sucia. Mas llena.

Turistas más que siempre. Cambio un tanto la fisonomía. Hoy los invaden hordas de asiáticos, macarras rusos, los holandeses de siempre, los yanquis del verano ya se habían ido.

Las putas nigerianas que la última vez que estuve te incordiaban por las Ramblas han sido exiliadas por esos energúmenos de mozos escuadrados. Concepto fascista mediterráneo que aupó la tradición de la derechona catalanista. Derechona al fin y al cabo.

Más abajo del Raval, donde se pierden las calles de la modernidad, entras en tierras musulmanas. Donde otros energúmenos reivindican el califato suyo, que nunca fue. El resto, más o menos, es lo de siempre.

Más la crisis. Las tiendas se notan huérfanas de clientes. Si entras te atienden a cuerpo de rey. En las librerías hay menos papel, pero siguen manteniendo el pulso. La Central vende libros y no estantes vacíos. Las terrazas tienen hambre de clientela a algunas horas. Pero en las tardes apacibles de los últimos calores se rellenan a golpe de marea.

Ya no quedan quioscos. Y si quedan venden de todo menos periódicos. Quedan las tradiciones. Allí, como siempre, delante de la catedral, los viejos y asimilados hacen gimnasia a golpe de sardana. Es una forma elegante de conservar la salud. Otros por menos van al gimnasio. No puedo contarles si disfrutan. Sus caras serias denotan más concentración que aburrimiento, pero nada de diversión. La música que soplan emociona nada, que estos fenicios son de ola corta.

El cambio viene dado por el abaneo de la enseña estrellada. La de ellos, la nuestra, la del poder popular.  Cuelgan muchas banderas estos días de los maríneles barceloneses. Y algunos trapos. No sé si de la diarrea futbolística o de la provocación españolista.

Del resto, de eso, de si votan o no votan, hablan los otros. Ellos ya se han ido. Haga la maleta  y vaya, vuelva, a Barna.


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