miércoles, 10 de diciembre de 2008

Viajeros jovenes, lectores maduros



Este que aquí ven es hijo numero 3. La primera foto se la hice cuando era un enano en una tienda de La Rochelle. Mientras, el resto de la familia discutía la talla del famoso jersey bretón a rallas con que adornarse. El, a su aire, se lanzo a devorar palabras en la sección de libros.
La segunda, reciente, se la saque este verano en Ares, Galiza, puerto querido. Mientras el resto de la familia, sentados en la terraza de O Gaiteiro, al borde del mar, no se lo pierda, se daba a la Estrella de Galicia, cerveza para los no enterados, o la Coca-Cola.
El que piense que me salió un hijo intelectual, erra. Todo lo contrario. Yo, como usted, mantengo a un adicto de la electrónica. Esos tipos apalancados a todo aparato digital que gaste electricidad. Desde que se levanta hasta que se acuesta toda actividad productiva esta encaminada al consumo de kilovatios. A veces me sorprendo incluso de que sepan como se maneja un bolígrafo. Eso si, los mandos de la play-station no tienen secretos, los juegos del pc menos, ¡el Nitendo ya no se lleva Pá!. ¡Confiesen que le han explicado como puñetas funciona el mobil!
La curiosa transformación en las vacaciones es asunto de meigas. De repente arrastran bolsas de libros y se los devoran uno detrás de otro. Llegan a protestar con síndrome de abstinencia cuando se acaban.
Solo hay una explicación: ¡viajar!. Por eso hermano, abandone la choza y pongase en camino. Le regalo un argumento mas para salir a la carretera. Es su ofrecimiento desinteresado, otro mas, para evitar que el heredero le salgo un cantamañas digital.

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