lunes, 26 de julio de 2010

De vuelta a Porto


Mas que bajar me subí al aeroplano que me llevo a Porto pasando por Génova. No es la forma más lógica de viajar, ya que allí no se me perdía nada. Son las vueltas del viaje moderno que te transportan de aeropuerto a aeropuerto, antes de llegar a tu destino. Giras como un mono en un tiovivo. Pero arribas.
Llegamos con tres horas de retraso. Por huelga de no sé quién. Perdimos la comida de bienvenida que nos daban. La cama, ya pagada, seguía en su sitio. Tras la ducha rápida fuimos a ver lo que no sabíamos que existía: las viejas fabricas en la ribera del Duero / Douro, rio arriba. Hoy convertidas en hotel y restaurante de postín con calidad inversamente proporcional al paisaje.
Las chimeneas han dejado de apestar al paisanaje. La casa del señor dueño tiene aspecto de pazo gallego. Es el paisaje de un país que nunca existío, ya que no supieron ni los dejaron. Aquellos que creyeron que el enemigo era el rey. Erro histórico ya que siempre fue es y será la iglesia. Las iglesias de Compostela y Braga. La iglesia de la lotería redentora que jamás toca. Pero eso es otras historia.

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