lunes, 18 de octubre de 2010

La Rochelle, sitio distinto


La discusión se refería a donde pasar el fin de año próximo. ¿Poner rumbo al sur para cantar que si entramos de una puñetera vez en Granada? ¿Matarnos de aburrimiento, elixir de monjes, pate de jabalí, y demás manjares en una dacha en las Ardenas belgas? ¿Hacer que vamos a esquiar para, de paso, comprar dos navajas y par de relojes en la Suiza de aburridos mentales? ¿Paris de La France donde tout c’est bon? ¿Quedarse en casa? ¿Barcelona del Mediterráneo? ¿Acostarse bajo el sol de las Canarias? ¿Mojarse bajo la lluvia de Londres?, etc.
Con tanto elegir no había conclusión posible y la cosa degenero en planear la semana libre de mayo. ¿Vamos a navegar en la bahía del Morbihan, aprovechando que se vuelve a organizar la semana del mismo nombre? ¿O vamos, volvemos, recuncamos, en La Rochelle? El pueblo pensante, que no votante, se inclina por La Rochelle
¿Qué tiene esta ciudad atlántica que más parece una villa a pesar de su tamaño? Si contempla la foto de su entrada marítima, la correcta, no negara que penetrarla entre las torres es placer orgásmico. Pasearse entre las calles del centro. Sentarse en sus múltiples terrazas. Contemplar los miles, miles, de barcos. Disfrazarse de marino de domingo. Visitar el acuario y extasiarse delante de las medusas y si usted clásico, los dormidos tiburones. Navegar en la bahía resguarda. Acercarse al faro del fin del mundo a la vuelta de la esquina. Hacer de pirata en Fort Broullard…Pero sobre todo, una ciudad que enseña semejantes banderas, solo puede ser una ciudad seria, con gusto, educación, historia y humor.

No hay comentarios: