jueves, 21 de octubre de 2010

La puta oficina


Llueve. Hace frio. Mañana se anuncia tormenta. Pasado peor. En Suiza ya llegaron las nevadas. Aquí falta poco. El barco ha abandonado del agua. Los jerséis como vestimenta. Los guantes ya han salido hace semanas del cajón para no congelar las manos en la mañana. Pronto habrá que tapar con gorro de lana las orejas. Los mas, pegados a la luz de la bombilla, acumulan horas de lo que sea en la puta oficina. Esa mesa desalmada con un ordenador mayormente mediocre, en la que los humanos modernos ocupamos nuestras horas…
Hay otros, las ninfas modernas, que saben organizarlo de otra forma. No crean que estaba mirando el correo del día. ¡Ni mucho menos! Amanecida antes que el canto del gallo. Seguía produciendo euros bajo la música de las olas rompientes y el aroma del salitre atlántico. Antes de ordenar la rutina de su tribu. Después de sacudirse el letargo de la noche.
Desconfié de las hembras que se quejan de la puta oficina. Ellas son distintas. Algunas, divinas, se lo montan divino.

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