sábado, 26 de marzo de 2011

El gran café vienes


Hace tiempo que en este blog les conté como funciona un gran café vienes. Fue cuando con la ninfa de la minifalda visitamos en pleno invierno un simposio sobre ya no me acuerdo. Hacia tanto frio y viento que para aliviar la congelación de las partes de la niña visitamos todos los cafés que ofrecía el camino. Puede leerlo por aquí.
De esta vuelta, con ninfas más pudorosas, señores en edad de otras cosas, y mejor tiempo, cultivamos terrazas. Lo que no da para escribir ni un post: son como las de toda Europa.
Lo de los cafés si, si da. En este que les enseño en las fotos, reculamos varios veces para matar el hambre y atizarnos de café.
La historia se repite. El territorio esta comandado por señores de edad indefinida y pelo blanco. Siempre ellos. Firman la cuenta con su nombre para evitar cualquier equivocación. Te atienden como quieren: encantadores con las ninfas, zalameros con las señoras, sumisos con caballeros de cartera abundante, despreciativos con la plebe, distantes con la masa, agudos con el intelectual, compasivos con los desquiciados, caritativos con el desahuciado.
Conoce a la clientela. Te reciben como si estuvieras en tu casa. Juegan a ser amigo de toda la vida. Te recomiendan lo que necesitas. Incluso, si estas despistado, alertan sobre posibles piezas a cazar. Más barato y eficiente que un psiquiatra. Se los recomiendo. Se licenciaron en la universidad de la vida.
Solo evite pedir un vienes y cabrearse por que le han traído otra cosa. Un café con nata en Viena se llama un Einspanner. Si lo quiere con gotas, litros, de ron, pida un Fiaker. Un solo es un Schwarzer. Con leche, Melange.

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