No sea usted mal pensando. Estos dos señoritos que cruzan
alegremente una concurrida calle del Marais parisino no son más que dos
turistas americanos disfrutando del sol que hace. Libro en la mano – que no guía-
buscaban como el que mas una terraza donde aposentarse.
No, yo me refieren a los otros. Los pijos de verdad.
Esos, por ejemplo, que van de polo de Lacoste de 95 euros, gomina barata – en algo
hay que compensar-, chino planchado, cinturón marítimo a 100 euros del Corte Ingles,
náuticos castellanos- ¿ya me explicara usted como se come?-, banderita de España
en la pulsera y/o llavero que se deja colgar como quien no quiere la cosa del
bolsillo, jersey al hombro, sonrisa en la boca. Vamos, no me diga que no los
hay en su pueblo. Son esos tipos que dicen sanjenjo, chupitos, ponme un cacique…
No crea usted que son los únicos pijos. También tenemos
los pijos de izquierdas. Como imagen. Suelen tener barba. Los visten de lino.
Ellas. El pijo de derechas esta siempre solo. Va a la caza. El pijo de
izquierdas no. Siempre tiene una hembra que lo cuida. La que lo manda. La continuación
de los cuidados de mama. Le compra las camisas y la ropa interior. Le hace la
comida. Le aplaude los discursos y las ocurrencias. El pijo de izquierdas antes
iba de trenca. Hoy se ha pasado al cuero ya que envejecer, ¿a quien le gusta?
Como El País se ha convertido en periódico para envolver, el pijo progresista
hoy porta libretas. A ser posible una Moleskine tamaño A3.
Los pijos de derechas son universales. Se los encontrara
en cualquier país de Europa. Todos iguales. Los pijos de izquierda no. Lamento
intranquilizarlos. Pijos de izquierda solo se encuentran en la península ibérica.
¿Usted sabe porque?
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