Mire usted, en la ciudad donde yo pase la infancia, de
aquella, el pueblo se dividía en bazanistas, marina, señoritas, casinistas, lecheras,
mareantes y labregos. Los primeros eran de derechas. De ley y orden. Los últimos
no eran. Simplemente estaban y mejor que no se vieran. Para nada.
Bazanistas eran los obreros de los astilleros. Una casta aristocrática
de reaccionariorios que robo todo lo que pudo y mas que les dejaron, expoliando
al contribuyente que los mantenia hasta la ultima gota. No, intrínsecamente no eran así. Se
hicieron por aquello del mimetismo: A donde vas lo que vieres harás. Eso es lo
que veían. Copiaron las costumbres burguesas de la otra gran casta. Sus
enemigos acérrimos, su espejo transparente:
Los señoritos de la marina. Los que perdieron todas las
guerras y batallas ya que jamás inteligencia cultivaron. Si uniformes para
compensar egos derrotados. La existencia se les iba en exhibirse a cuenta del
erario.
Las señoritas, tribu amplia, mantenía la descendencia de
la casta a la moda de la capital. Putas de alma, hipócritas de comportamiento.
Nunca llegaron a nada. Ni cuando pasaron por la universidad.
A los aposentadores de los sillones del casino no se les
conoce beneficio aunque oficio todos tenían. El de vivir a cuenta del prójimo presumiendo
de ser los serviciales apolíticos que facilitan la vida de las castas.
Las lecheras salían de los techos de los coches de línea que
arribaban con las calderetas a la Porta Nova y se desparramaban por la ciudad
vendiendo su leche, su alma, grelos y patatas, la vida. Abandonaban el circo
con la bolsa medio llena tan pronto podían ya que allí nada bueno había.
Los mareantes eran, son, los que iban al pincho del día
frente a Lobadiz, o se jugaban la vida en aquellos barcos de la Pysbe en
Terranova. El hambre te hace aventurero. Eran la vanguardia del país aunque
nadie se lo dijo y su historia todavía esta por escribir.
A veces, sin inmutarse, aparecía un labrego. Esos que venían
al medico o a ser robados por un picapleitos, visitar al hijo en la mili, que más
da si eran ignorados…
¿Historia de viejo? Eso se lo cree usted. El puterio de
los nuevos inquisidores económicos, esos que le amargan a usted la existencia,
han cambiado los trapos, le enseñan las tetas bajos los biquinis trepidantes,
pero siguen manteniendo el esquema: Medio mundo mantiene a medio mundo y sus
hembras montadas. El hombre y mujeres libres son cinco cabreados y cincuenta
derrotadas. La mitad no sabe no contesta no vota y como las lecheras desaparece
con lo que dio el día no vaya a ser que le manguen la bolsa. ¿Y el campesino
labrego maoísta que nos iba a liberar? No se ven no se sabe si existen, si
existieron.
Mientras tanto no se amargue y siga saliendo a las calles
del mundo. No hay nada más excitante que contemplar el puterio del capital. ¡Fíjese!,
hasta los preas de mi pueblo han
escogido a una comunista revolucionaria como diputada que subvenciona procesiones
de semana santa y rondallas a las burguesas del lugar. Ya ve, sigue la fiesta, el
puterio de los inquisidores, el puterio del capital
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