sábado, 3 de noviembre de 2012

El puterio de los inquisidores

 

Mire usted, en la ciudad donde yo pase la infancia, de aquella, el pueblo se dividía en bazanistas, marina, señoritas, casinistas, lecheras, mareantes y labregos. Los primeros eran de derechas. De ley y orden. Los últimos no eran. Simplemente estaban y mejor que no se vieran. Para nada.

Bazanistas eran los obreros de los astilleros. Una casta aristocrática de reaccionariorios que robo todo lo que pudo y mas que les dejaron, expoliando al contribuyente que los mantenia hasta la ultima gota. No, intrínsecamente no eran así. Se hicieron por aquello del mimetismo: A donde vas lo que vieres harás. Eso es lo que veían. Copiaron las costumbres burguesas de la otra gran casta. Sus enemigos acérrimos, su espejo transparente:

Los señoritos de la marina. Los que perdieron todas las guerras y batallas ya que jamás inteligencia cultivaron. Si uniformes para compensar egos derrotados. La existencia se les iba en exhibirse a cuenta del erario.

Las señoritas, tribu amplia, mantenía la descendencia de la casta a la moda de la capital. Putas de alma, hipócritas de comportamiento. Nunca llegaron a nada. Ni cuando pasaron por la universidad.

A los aposentadores de los sillones del casino no se les conoce beneficio aunque oficio todos tenían. El de vivir a cuenta del prójimo presumiendo de ser los serviciales apolíticos que facilitan la vida de las castas.

Las lecheras salían de los techos de los coches de línea que arribaban con las calderetas a la Porta Nova y se desparramaban por la ciudad vendiendo su leche, su alma, grelos y patatas, la vida. Abandonaban el circo con la bolsa medio llena tan pronto podían ya que allí nada bueno había.

Los mareantes eran, son, los que iban al pincho del día frente a Lobadiz, o se jugaban la vida en aquellos barcos de la Pysbe en Terranova. El hambre te hace aventurero. Eran la vanguardia del país aunque nadie se lo dijo y su historia todavía esta por escribir.

A veces, sin inmutarse, aparecía un labrego. Esos que venían al medico o a ser robados por un picapleitos, visitar al hijo en la mili, que más da si eran ignorados…

¿Historia de viejo? Eso se lo cree usted. El puterio de los nuevos inquisidores económicos, esos que le amargan a usted la existencia, han cambiado los trapos, le enseñan las tetas bajos los biquinis trepidantes, pero siguen manteniendo el esquema: Medio mundo mantiene a medio mundo y sus hembras montadas. El hombre y mujeres libres son cinco cabreados y cincuenta derrotadas. La mitad no sabe no contesta no vota y como las lecheras desaparece con lo que dio el día no vaya a ser que le manguen la bolsa. ¿Y el campesino labrego maoísta que nos iba a liberar? No se ven no se sabe si existen, si existieron.

Mientras tanto no se amargue y siga saliendo a las calles del mundo. No hay nada más excitante que contemplar el puterio del capital. ¡Fíjese!,  hasta los preas de mi pueblo han escogido a una comunista revolucionaria como diputada que subvenciona procesiones de semana santa y rondallas a las burguesas del lugar. Ya ve, sigue la fiesta, el puterio de los inquisidores, el puterio del capital

 

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