domingo, 2 de diciembre de 2012

Las Leicas de Mondoñedo


Si usted no sabe donde esta Mondoñedo, perdone que lo insulte: es usted un bárbaro cultural. Total. Lo suyo es grave. Requiere tratamiento agresivo y urgente.

Cualquier cabeza algo pensante debe saber que Mondoñedo, villa galaica de altura, es la cuna del único escritor del siglo XX que debe de leer todo el mundo antes de ser enterrado en cualquier camposanto.

Si hombre/ mujer. Don Alvariño Cunqueiro. Ese genio de la literatura al que no le dieron el premio Nobel los pijas flácidas de los suecos por escribir su obra seria en lengua de pobres. Pero ya quisieran ellos haber rellenado paginas de blanco papel con tan sabrosa literatura.

Aquel al que copiaron y plagiaron todos los plumillas del otro lado del charco que no tuvieron ni la hombría de, consumada la mangancia, acudir en peregrinación a donde debe ir todo ciudadano que sabe que en las reboticas de los pueblos se escribe la historia. La de verdad y la otra: a verdadeira, la verdadera de su idioma latino imperialista.

Si ha balbuceado usted lo del rey das tartas deberá en penitencia acudir a lavarse los dientes con dentífrico serio para que la caries no le joda más el cerebro; como ya se le ha jodido el paladar. El tipo ese, cuando vivía, hacia tartas mediocres. Muerto, la pastelería industrial hace tartas asesinas. La idea era buena, sabrosa, exquisita. Compre las de la competencia, no más.

A Mondoñedo debe ir. A muchas cosas que le contare si lee a don Álvaro  uno de estos días. Así se enterara, que allí, en esa villa de bandera, enfrente de su catedral de canónigos ilustrados, en uno de los anticuarios que te atiende si le place y si non vaia vostede ao carallo, enseña unas Leicas de las que hubo y ya no hay. Joyas más valiosas que un Estradivarios.


¿Pero usted que se piensa? ¿No se lo he dicho ya? En Mondoñedo, villa de altura, cuna de letrados e ilustrados, vanguardia de la Galiza de los enterados. De los que leían a Joyce en gallego antes de lo que tradujeran a su español imperial. Los que fotografiaba con Leicas de lujosa perfección  cuando el mundo de la caverna no pasaba de las Kodak de dos pesetas. Si hombre/ mujer, que el centro del mundo siempre estuvo en la periferia. Como su ombligo, vamos

 

 
 

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