domingo, 13 de enero de 2013

Banderas patrias

 

Uno está de guardia y como algo hay que hacer lee la canallesca hispana. ¡Que atrocidad! ¡Delirio de plumillas! Uno ya no sabe si dedicarse a los clásicos y abandonar el mundo metiendose en un convento lupanar, o dedicarse a la revolución salvaje para combatir con el pensamiento a tanto cretino mental que abarrota las hojas, digitales y de papel, de las voces de sus amos.

Les he mentado muchas veces la teoría indiscutible de que la patria es la infancia. A veces han leído aquí la otra verdad inamovible: De una bandera no comes; sin ella te comen. Lo último lo aprendes viajando. Les cuento. Mas.

He pateado por el Nadal los montes de Suiza. De retorno. Allí, entre los prados verdes y las nieves del ocio abanean cada dos metros la bandera de la infancia. Llegan a ser tan infantiles como los yanquis, que no solo la cuelgan de los edificios sino también de los calzoncillos. Los suizos la pegan en la gaseosa, el queso, el salami pseudoitaliano, la ropa interior, el café que viene de otro lado, el papel higiénico y el gorro para tapar las orejas. Venden el principio de primero los de casa y luego ya se verá. Como no son cosmopaletos han dejado de contemplar las manufacturas de los de fuera como vaca sagrada; solo se adquieren si son superiores. Puestos, lo que vale, un litro de leche suiza, igual que un litro de leche galaica, es superior en calidad al invento francés o Pascual de sabe dios donde se mezcla.

Si usted les menta la cosa te miran como se mira a un retrasado mental. ¡Pues claro que compra los productos de la tierra!, que comprando ahí ellos también hacen caja Es lo que les falta por entender a los mentecatos hispanos que puestos a combatirse a sí mismo se gastan las pelas en aceites italianos producidos en Jaén, champagne de mala muerta y etiqueta en extranjero, mermeladas inglesas de higos de Hungría, a mitad de precio y originales en el Aldi de la esquina…etc.

Saquen a ondear la bandera de la infancia, pónganselas en las bragas y calzoncillos, a ver si algún día aprenden que nada es gratis en el mundo. Para comer, lo primero, que no te coman.

 

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