domingo, 27 de enero de 2013

Los artesanos de Berna

 
El pueblo se desliza por la calle principal. Que siguiendo la tradición de repartir se llama Spitalgasse, Marktgasse, Kramgasse, Gerechtigkeitsgasse, Nydeggbrucke. Una  larga calle, a parroquias,  que siempre fue la arteria principal de la vieja ciudad medieval.
Repartir es evitar conflictos. De eso saben los habitantes de la Europa profunda. Acerca también la precisión del lenguaje. El pueblo sabe dónde está la calle del  mercado, el juez, el hospital. Más acogedor que la calle del caudillo.
Claro que como siempre hay otra calle o calles donde la vida tiene otro ritmo. El ritmo. Con mayúsculas. Es la historia de siempre. El que se lleva la fama y el que la hace. En Berna se llaman de siempre Junkerngasse, Munstergasse, Amthausgasse. Es la calle trasera. La de la vida. La que recorre la plaza de la catedral. Donde hoy todavía, cada día, sigue habiendo un mercado exquisito donde los artesanos suizos venden sus quesos, embutidos, vinos, zumos, mieles, juguetes…Es la misma calle donde los artesanos de siempre, en la modernidad disfrazados de “creadores” venden los vestidos, la orfebrería, el diseño de buen gusto y peor precio. ¡La imaginación y la creatividad hay que pagarlos hermanos!
Así que si va, que debería de ir, pierda el tiempo contemplando los puestos de los vicios mas irresistibles, pero no deje de perderse delante de los escaparates de la generación que sabe compaginar la tradición con la modernidad con gusto exquisito. ¿Entiende usted porque hay países boyantes y países arruinados? Eso.

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