domingo, 30 de noviembre de 2014

Amberes, de siempre


Baje a Amberes. Había necesidad mortal. Salir de  la carcel del pais perfecto. Donde todo cuadra. Donde todo funciona. Impregnarse algunas horas del caos anarquista de los hijos católicos de las tierras bajas. 
Llegamos a mala hora. El mundo recibió el salario y con aflicción cristiana se lo fue a gastar. Que allí aunque dicen que hay crisis, todos comen. Y bien.
Todo seguía en su sitio. Las jaurías de holandeses pudientes hoy no estaban. Parecen saber que en los días de pago es mejor no dejarse ver. Demasiadas colas en los comercios para pagar con billetes de doscientos euros.
Los francófonos tampoco estaban. Cada dia se ven menos. Esos si están en crisis. De dinero y de identidad. Siguen queriendo seguir viviendo del gorro y los flamencos ya no están por eso. 
Turistas ya no hay. Desaparecieron con el frío. Solo quedamos ella y yo. 
Hacemos la procesion de siempre. De never stop exploring al mejor kiosco de revistas de Europa. De la calle de los anticuarios a Che Fred. De librería en librería y tiro porque me toca. De tarde, cuando el pueblo belga se deja caer en los brazos de los trapistas volvemos al orden. Con esto de la edad ya no estamos para beber sin que se note. 


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