En
verano hace fresco. En invierno hace frio. El verde es continuo. El agua, desde
todos los ángulos, también. Los sur europeos la desconocen. Los alemanes
prefieren ignorarla. Allí perdieron definitivamente la segunda guerra mundial.
Golpeados por los tanques y la buena suerte de general Patton . Luego serian
desgarrados a conciencia por el ruso
cabreado. Pero eso es otra historia.
Este
año celebran el 70 aniversario de la gran batalla de las Ardenas. Habrá
desfiles y discursos. En el paisaje quedan los múltiples museos que exhiben
todo tipo de oxido militar, los uniformes desgastados, las fotos de cómo fue. Castillos
derruidos, pueblos aniquilados que jamás levantaron el vuelo, como la Roche en Ardennes, a donde deberá ir.
Fue
horrible. No hace falta imaginarlo si ve la nieve en el alma de aquellos
granjeros de Alabama que vinieron a perder la vida entre los granitos belgas
sin saber muy bien por que. El frio que
hacia lo llevan dibujado en los rostros. El mismo que usted sentirá a pesar de
protegerse con las plumas calientes de la modernidad.
Mas
calientes son los buenos alojamientos belgas. Los exquisitos restaurantes. Los
jabalís y sus pates. Las mermeladas de higos salvajes, las nueces recién
recogida, las setas con jamos ahumado, las truchas. Los elixires de los monjes
trapistas. La burgondia de la vida reposada. La música del agua.
Si puede vaya a Durbuy y allí busque una piragua con la que descender un tramo del Ourthe. De vuelta busque donde cultivar su estomago en alguno de los exquisitos restaurantes de sus viejas calles medievales. No se arrepentirá.
Si puede vaya a Durbuy y allí busque una piragua con la que descender un tramo del Ourthe. De vuelta busque donde cultivar su estomago en alguno de los exquisitos restaurantes de sus viejas calles medievales. No se arrepentirá.
De
regreso pase por Redu si usted lee idiomas. Allí le venderán por dos euros la
biblioteca universal.
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