sábado, 23 de mayo de 2015

Rotenboden: donde pasean ninfas de caderas bamboleantes


Todo lo que sube, baja. Lo saben todos excepto los políticos narcisistas. La mayoría. Mañana bajaran muchos, y subirán otros; que volverán a bajar. Uno debería interesarse por la lógica de tamaño ascenso y descenso. Pero la gente, como dicen ahora los modernos, en eso no piesan. Ellos, cabreados, tiran el vota haciendo subir o bajar a los memos de siempre disfrazados de otra cosa.

Los que vamos de viejo conocimos los tiempos en que la gente era pueblo. Ese colectivo que caminaba en masa hacia el lugar en  el que se suponía que estaba el progreso. Lo que no siempre era así. Mas de uno se llevo un trompazo abandonando la seguridad babuina del grupo. Todo un suicidio en los tiempos del narcisismo galopante de votantes y mangantes, a los que usted vota.

Les pasa a los que quiere disfrutar de la impresionante vista del Cervino o Matterhorn en los días de sol. El tren de cremallera te lleva en un santiamén a Gornergrat. De barato incluso. Llegado allí, el hotel –bunker- refugio- te invita a un capuchino fantástico en su terraza o un pinot grillo si es la hora del vermut, que dicen ahora los finos mareantes podemistas.

El atrevido ve el camino que sale de la vera de la estación y se tira monte a bajo camino de Rotenboden. Han visto el paraíso, los iluminados. El golpe es enorme. Cuando te hundes en la nieve polvo hasta las partes y mas. Aquello no esta hecho para andar ni con raquetas en invierno. Pura nieve en polvo asesina que te chupa camino de la asfixia. Pues repiten en procesión a pesar de estar avisados.

Después del café o el vino vuelva a subir al comboio para bajar seguro hasta la estación de Roterboden. Allí encontrara a mano izquierda del apeadero la pista que lleva a Riffelberg. Esta señalizada  con estacas, no tiene perdida. No hay nadie o casi nadie. Si alguien encuentra son los esforzados. Pueblo que sube haciendo esquí de travesía para tras el trabajo, en orgasmo triunfal, lanzarse por la nieve virgen montaña abajo. Ponga la música.

Los que somos pueblo, de trabajo de hormiga, gramscianos avant la letre, admiradores de la acumulación de fuerzas y del trabajo cotidiano, optamos por el orgasmo continuo y lo recorremos a pie, de largo. El paisaje es perfecto. Mas cuando las ninfas que lo acompañan se abanean en góndola celeste al ritmo de o mio babbino caro….

No desespere, al llegar a Riffelberg, en la estación, podrá comer como mandan, dormir si quiere, volver a coger el tren a Zermatt, o seguir pateando el camino monte abajo. Lo ultimo, se lo aviso por experiencia, no esta hecho para piernas no entrenadas. Es camino duro, agotador, entre el hielo en pendiente que no perdona. Si no tiene musculo ni material adecuando coja el tren. Si esta por la labor apreciara lo que ve. Aunque la iglesia  por mucho arte que emplee le joda el paisaje virgen.

Que no le jodan mañana el futuro votando a mentecatos.


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