domingo, 14 de junio de 2015

Newcastle-upon-Tyne



Salimos de Porteree a las cinco de la mañana y llegamos al puerto de Tyne demasiado pronto. Excepto ciervos y los radares fijos de la policía ni un alma en la carretera. Deben estar compinchados.

Llegando a la terminal del ferry han montado un “shop” de esos que tanto les gusta a los pueblos pobres. Le venden la moto de comprar artilugios “ de marca” a precios tirados. Mientras ellos hacen el agosto deshaciéndose de lo que todavía no han vendido manteniendo la ganancia. La ilusión como mercancía. Funciona con perfección germánica. Estaba a tope.

Tras una vuelta bajo el epígrafe estudio de campo y la cartera atada, cerrada, a salvo, optamos por saciar el hambre con el pescado que dicen vender en el muelle de Tyne.

La variedad es grande. De tasca proletaria a  restaurante de lujo. Pescada del día. Fresca a mas no poder. Precios asequibles. Espectáculo del trajinar de pesqueros y mercantes. Ojo a las cagadas de las gaviotas….

El tiempo pasa rápido y hubo que dejarlo para subir al ferry que te lleva a casa. Los turistas se apresuran en deshacerse de las ultimas libras en la tienda de golosinas. Optamos por guardarlas ya que la lógica dice que el mayo próximo, si el cuerpo lo permite, volveremos a las Hebridas exteriores. Allí donde pastan los bíblicos escoceses de 6 días de trabajo y uno de oración.

Oramos para que los aduaneros ingleses no jodan la marrana y el inexistente cumplió. Claro que equivocamos el mensaje. Esta vez nos jodio la naviera dejándonos tirados: los primeros en llegar los últimos en embarcar.
Volvimos a casa.



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