miércoles, 4 de noviembre de 2009

Entre Levi-Strauss y el muro de Berlín


Don Claude se nos ha muerto antes de cumplir los 101. No el de los pantalones vaqueros, que hace tiempo que está en el infierno capitalista. El antropólogo francés, padre putativo del estructuralismo serio.
Aprendimos a leerlo en Compostela. Cuando Carrero ascendió a los cielos. Lo traía Cristina, la reina de Vigo, que siempre andaba a la vanguardia en estas cosas y otras más privadas. Lo leímos con devoción. Lo abandonamos cuando Luis Mariño defendía su postura, y la de Sartre, frente a la moral ética de Camus y los anti-barbarie.
Levi- Strauss se equivoca en su relativismo cultural: no todas las civilizaciones son iguales. La diversidad cultural siempre fue un mito de la bien pensante izquierda que no es capaz de mirar mas allá de sus narices. Cambiamos al Sr. Harris por sugerencia de Cristina,¡que cabeza la de esta hembra!, pero eso es otra historia.
La otra, la historia de siempre, es la celebración estos días de la caída del muro. Se celebra porque es lo políticamente correcto, pero aquí en Berlín, no se ve que lo hagan con muchas ganas.
La caída del muro trajo la libertad y la pobreza. Cambio la seguridad famelica por la angustia del futuro. Convirtió la claridad de las normas represoras en el sobresalto de no saber lo que vendrá mañana. Hoy muchos volverían a levantarlo aunque solo sea para combatir la crisis que los devora.
Lo que vuelve a confirmar que Levi se equivoco doblemente: todos los pueblos son iguales no por su nivel de desarrollo cultural; si no porque, independiente del nivel en que estén, luchan toda la vida, a todas las putas horas, por la sobrevivencia. Llámele hoy en día, como ayer, el capital.

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