domingo, 19 de agosto de 2012

Las islas del Mar de Grevelingen

Algún dios inexistente nos ha premiado la vuelta al trabajo con uno de los fines de semana  más hermosos de los últimos años. Un viento fresco fuerza 3 a 4. Un sol esplendido.

Lo aproveche recorriendo el Mar de Grevelingen. De isla a isla y navego por que me toca.
Los mapas enseñan la costa holandesa con un aspecto rectilíneo que no tiene. La playa inmensa que se adivina, si existe. Pasada la desembocadura de los grandes ríos europeos, al norte de Rotterdam. El sur, Zelandia, es otra cosa.
Las islas que en sus tiempos se las llevaba el mar de vez en cuando se han protegido detrás de los diques. Pero las islas siguen. El Mar de Grevelingen tiene además numerosas islas que son territorio libre de pájaros, caballos polacos y vacas escocesas que viven en estado salvaje, focas…


Sus fondos marinos son visibles a pesar de las arenas en suspensión que ennegrecen los mares del Norte. De hecho es uno de los pocos sitios donde se puede bucear  por estos pagos. Es el paraíso de las nécoras, que se cogen a manos llenas. Desde el Oosterschelde llegan las langostas que forman uno de los platos exquisitos de la zona a pesar de que fueron introducidas el siglo pasado. Los mejillones se les dan mal. Intentaron copiar a los gallegos sin éxito. Nadie sabe muy bien por que, pero cada vez les salen más raquíticos. Las medusas, que no pican, son legion y hermosas.



Entre isla e isla, alimentados y bebidos, llegamos a la ensenada delante del faro de Ouddorp. Que bate la costa con su luz y nos ofrece un espectáculo de fiesta en una noche que solo servía para leer a los clásicos con Porto, cantar opera, o hacerle el amor al que le guste.


Mientras el barco se mece en un mar plano y el paraíso esta en tus manos. Aunque el lunes tengas que volver a trabajar.















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