martes, 4 de septiembre de 2012

Ya no quedan hombres de hierro en barcos de madera



Suena a edicto lapidario: “Homes de ferro en barcos de pau”. No maree usted. No es mito literario. Los hubo y a mogollón. Toda familia respetable del Mar de Galiza tuvo unos cuantos en su seno. Algunas manifestaban tal exuberancia tropical, que no exportaron otro género. Se han apagado. Hoy salen a navegar a la vuelta de la Marola, que por mucha ola que lleve esta a la salida de la ría, y se organizan un acero para navegar hasta la Antártida. Miren si no los arrastreros de Muros o sus congéneres de Camariñas. Toneladas de ferro barato para guarnecerse de la ola. La ola que siempre viene. La ola que no se debe cabrear.
Los que navegamos en Drascombe por los mares oceánicos sabemos que no hay nada mejor que un bote pequeño que baile entre las olas. Frente al ladrillo que siempre esta en el medio. Hasta que se hunden de los pantacazos.
Nos lo explicaba Tío Gonzalo. El Tío rico de la familia. Aquel que estaba y desaparecía. Sin que nadie supiera a donde iba. “Vai na mar” decía la Tía Pilar. Matrona envuelta en terciopelos negros adornados de azabache sobre camisa de lino blanca. Salida de una postal de traje regional que dicen ahora los enculadores ppisticos. Regional no era. Primera división. Mantenía con mano de hierro la casa y ¡hay del que se atreviera a interrumpir el programa! Atracada a la mesa camilla te fulminaba con aquellos ojos dinamita sin decir ni una palabra. Hasta Perico, el canario, callaba súbito.
Tío Gonzalo andaba de mareante. Nunca subimos lo que pescaba. Si no fuera por los billetes de pesetas que enseñaba incluso dudaríamos que hiciera algo. Algo más que pescar. Aparecía con botellas de güisqui, tabacos nunca vistos, medias de seda, fotos de hembras que empalme dios, café de Angola, maderas de guinea, libros, discos jamás sonados, el Sempre en Galiza editado en Buenos Aires… ¿pero fue a pescar o fue a ver a las negras en Angola? Niño come y no preguntes bramaba Margarita la cocinera.
Tío Gonzalo andaba al bonito, pero jamás pesco uno. El y sus bucaneros salían en aquellas bacas de madera hasta el África y lo que fuera. Nunca nos lo conto. Siempre la misma respuesta: Neno come e non fales. Traficantes de lo que fueran acumularon honra, valor, dineros, amores y mujeres. Vivieron la vida al margen. En la frontera del Océano. Lo que le negaba la tierra de las Españas de siempre. Hombres de hierro en barcos de madera. Ya no quedan.

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