Las librerías holandesas están vacías. Solo muestran betsellers. A eficiencia no les gana nadie. Si
pides un libro en dos días lo tienes.
Bélgica se divide antes que la dividan en tres partes. La
flamenca practica el modelo holandés con retraso. Los walones están militantemente
afrancesados. Los cuatro pueblos de las Ardenas que hablan alemán no tienen librerías.
En Alemania hay de todo. Traducido y a buen precio. En
las noches largas de invierno se consumen las hojas de papel a toque de receta.
Como pueblo serio cultiva la prosa, la romántica, y el ensayo. Allí las librerías
de viejo están limpias.
Más allá de Francia, al sur, hay de todo. En las pequeñas
ciudades nada. Aquí y allá hay joyas. Siempre mucho libro para tan poco
espacio. Cuando es al revés hay papel impreso. De ese que no sirve para nada.
Lo de los ingleses es vicio. Juegan con ventaja. Insultan
con ediciones americanas. Te dejan k.o. con los precios de los australianos.
Lo mejor, Francia. Las librerías están llenas. También
subvencionadas. Los libros están bien editados. Hechos con amor. Ellos leen lo
propio. Que siempre fueron muy suyos. Si, las modas las siguen. Pero las librerías
siguen llenas de producto nacional. Lo que indica que hay producción intelectual.
De bandera. No de miseria.
Venden cosas que por el sur ni el delirio imaginaria.
Como muestra, al Sr. Mao. ¿Recuerda? No piense que lo saque de una librería perdida.
En el centro de Paris, en la librería mas burguesa. Entre intelectuales, señoras
de alto tacón, revolucionarios beiristas, niñas de las monjas, turistas
sajones, la ninfa de las piernas de gacela, el arte del buen beber el vino como
libro del dia… volveré. A comprar mas libros, of course
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