Es una mariconada. Pero es. En Bélgica se come bien y no caro. Al menos te dan por lo que pagas. Es la frontera entre el sur burgués y el norte maso-calvinista. Brujas no. Allí es distinto. ¡Mala hambre!
En uno de los mayores parques turísticos de Europa, bien conservado eso sí, no te maltratan con una hamburguesa, pero casi. La cosa no sería mas que una broma de mal gusto si no fuera que por el mismo precio te das una buena atacada en cualquier restaurante navarro, que me perdonen los vascos que mucho humo y pocas nueces ellos.
Les cuento. En Brujas, pateando por las calles bien adoquinadas –lleven buenos zapatos de suelas duras y nada de tacón, mis ninfas- llegas siempre al Begijnhof. Lugar de silencio y retiro hoy apropiado por la iglesia opiácea, que en otros tiempos menos medievales fue uno de los primeros retiros para feministas y hembras independientes no dispuestas a masturbarse con el cirio pascual si no con lo que le viniese en gana. A su alrededor hay variados restaurantes donde sentarse. Pomposos, ellos. No entre en ninguno. He probado tres. Miseria. ¿Usted cree que esa mierda que se ve en la foto es un buen trozo de solomillo? Vaca vieja a 35 euros por plato. Vomitivo.
Para no pasar hambre le recomiendo limitarse al bocadillo rápido en alguna brasseria barata. Con una buena cerveza, que hay a mareas oceánicas, le sabrá a gloria
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