Los que a veces trabajamos en domingo, tardes, noches, y demás
horas en las que cualquier persona inteligente jamás debe hace hacerlo, tenemos
la mala costumbre de intentar matar el tiempo perdiéndolo. Error garrafal del
que usted se da cuenta después de años, viejo y descangallado, cuando ya no es
posible recuperarlo.
La cosa no crea que permanece inalterable. Hace muchas
lunas te dedicabas a cultivar a las ninfas que te acompañaban en tan penoso
viaje. Llegado el aburrimiento, siempre llega, lo cambiamos por la lectura de
los presocráticos y demás cosa intelectual. Hoy, en el tiempo del todo vale, el
mana viene gratis del cielo, lo tuyo es mío y lo mío ni lo toques, cuanto más
mientes más te votan, etc, nos colgamos de la pantalla del ordenador.
Unos, pocos, se arriesgan con el porno. Los más chupan películas.
Algunos leemos los periódicos. Creo que objetivamente debo recomendarles no
hacerlo. Pero…
Es apasionante leerse de un atracón veinte o treinta
hojas tribales de su tierra, cuando tratan la misma noticia. Fijarse como
mienten, como defienden al que los subvenciona, al que, con su dinero, el de
usted, le paga la tinta y el papel. Como jamás citan correctamente al
adversario, al otro, al discrepante. Como jamás consiguen mostrar dos puntos de
vista para que usted, cultivando sus neuronas, escoja. Es la manipulación total
y absoluta.
A esto se le llama democracia. ¿Entiende? Nada nuevo dirá
usted. Los fotógrafos lo hacen desde siempre. El capital también. Lo que más curiosidad
me despierta es porque la gente es tan imbécil. No. No hablo de usted. Me
refiero a los islandeses, esos que iban de revolucionarios irredentos y
resultan que votaron a los mismos que los estafaron bajo la promesa incumplible
de bajar la hipoteca el 20%. ¿Les suena?
Irremediablemente, Nietzsche, más actual que nunca, ¡nacisteis
esclavos y moriréis esclavos!