sábado, 22 de junio de 2013

¿Les suena?


La imagen de la foto. ¿Con que la asocia? Podía ser una un retrato de hace 30 años. De su patria o la mía. Cuando las campesinas llevaban pañuelo al cuello y las señoritas pañoleta. Que era lo mismo pero no es igual.

¡Hasta ahí habríamos llegado! mantenía el coro mudo de las cofrades de la Dolorosa. La ultima con D de hembra. Que ya lo explicaba Tonhita la de Catabois cuando mantenía que el rostro dramático de la virgen solo podía provenir del maltrato continuo a la que la sometían – y siguen sometiendo- las beatas de la Plaza de Amboaje.

Pues les cuento que la foto fue sacada hace unos días en una calle de Estambul próxima a la antigua iglesia cristiana de San Salvador de Chora–hoy museo, ayer mezquita- donde se conservan gracias a los dólares yanquis los mejores frescosbizantinos del país. Lo de los frescos se lo contare algún día ya que hay que verlos para entender la evolución de la pintura moderna.

Lo que no ha evolucionado es la vestimenta del pueblo. Todavía hay quien se sigue empeñando en pensar que ir vestido de pies a cabeza tiene algo que ver con la religión. Los que vivimos en tierras frías, no dejamos de asombrarnos como algunos marroquís se empeñan a desafiar las nieves nórdicas disfrazados de  chilabas que fueron inventadas para combatir los calores mediterráneos.

Lo mismo ocurre con el pañuelo que se perdió cuando las mujeres dejaron de cubrirse ya que no trabajaban el campo y ponerse moreno era síntoma de prosperidad.

No fue el melanoma lo que cambio las costumbres. Ahora se llama Zara y demás. Reinventaran un día la pañoleta, no se preocupen los amantes del pañuelo que para tanto da. Llegará un día de estos. Cuando el pueblo lo necesite para taparse peleando contra tanto tunante o el hambre. Es lo que hay

Ahora que Turquia paso de moda


Ahora que ya no tenemos fotos espectaculares, con Molotov o perros de presa disparando su acojono, ya no hay quien les escriba a los turcos. O peor. Ahora se les tilda de clase media perdida en el camino. Ilustrados sin futuro. Pasantes de la “fame negra” a la “fame da liberdade”; que no se  sabe si es igual de trágica pero que también duele. Es el mismo insulto que la pijeria española, esos fascistas disfrazados con gomina, expandía en la prensa de su capital sobre los cientos de emigrantes gallegos que estos días se arrastran por Europa suplicando un trabajo, Resumido: Que usted sea ilustrado no le da derecho a pensar y por supuesto a reclamar.

Que los emigrantes alguna vez reclamen es dudoso. Esta generación aprenderá sin enterarse, que se han ido para no volver. La mayoría acabara sus días, de triunfo, en los asfaltos de Europa donde poco a poco les harán espacio.

Que los turcos reclamen esta de contado. Lo siguen haciendo a todas horas. Quizás menos espectacularmente pero mucho más mortíferos. Han deconstruido el discurso del dictador a golpe de imagen. Ese joven que con las manos en el bolsillo miraba la bandera de su infancia  mientras era molestado por un esbirro del poder. Es el mensaje que ningún tirano podrá soportar.

Mucho les queda por aprender a los aprendices de emigrantes. ¿O será que quedaron  asulagados entre las aguas de tanto mar que se les cayó encima?

domingo, 2 de junio de 2013

La gaita turca




Se empeñan en llamarle gaita turca. Es una gaita de Anatolia y Tracia. De ahí viene y ahí se toca. Poco más.

La afición de los pueblos que no son país y si acumulo de tribus por apropiarse de lo ajeno es universal. Lo practican con la pasión nacional imperialista que se imponen. No hace falta viajar muy lejos para verlo. Fíjese usted en los holandeses. Nacionalistas chauvinistas avant la letre. Un pueblo que no es. Que se disfraza de naranja para festejar las mangancias del futbol y el cumpleaños de la reina. Estando en la cumbre del florín camuflado de euro es difícil aceptar que se juntaron en un arenal malsano todos los escapados de la Europa intolerante.

¿Sigue dudando? Mire a los yanquis. Nacionalistas de cañón. El desecho y la miseria europea ayer, hoy latina y asiática, en aluvión. Hay que crear mitos si no hay historia.

España, ese invento de los extranjeros. Ellos son murcianos, gallegos, aragoneses y lo demás. Solo presumen de la patria los que viven de ella: funcionarios, milicones, futbolistas, mangantes. Siguen escribiendo su historia, pero ya saben, el flamenco es de todos y la gaita solo de los gallegos.

En Normandía dicen ser normandos. Los bretones siempre fueron ellos. Los de Paris hasta reivindican ser distintos. ¿Qué más quiere?

Los turcos tampoco son pueblo. Tiempo ha fueron griegos, judíos, armenios, traficantes mediterráneos, campesionos de Tracia, judíos de todos lados, salvajes de Anatolia. Llego un tipo vestido de sultán y les dijo que eran turcos. Se fabricaron un gorro y una bandera. La gaita les fallo. Para eso hay que saber tocar música.

Hoy la gaita de Anatolia se escucha poco. Algún desplazado la tañe en las rúas de Istanbul. Para lo demás hay que adentrarse en la Turquia profunda. Lo que no siempre es fácil. Tiene un ritmo trepidante. Monocorde. Jamás llegara a hacer fortuna. Se quedó como muestra del atraso, retraso, permanente de un pueblo campesino. Cuando les pones una gaita gallega, alucinan. Luego hay que explicarles que el camino de Santiago fue más que un largo camino. La autopista cultural de Europa que llevo de arriba abajo los progresos del centro del mundo. Aunque allí en la meseta todavía hoy se empeñan en tañer acordes de gaita turca.

La explosion turca


Me preguntan si se puede ir a Turquía. ¡Faltaría más! En las ciudades turcas está usted tan seguro o más que en su barrio. Que estos días pueda salir a la calle sin que le piquen los ojos y la garganta, eso ya es otro cantar.

La revolución no llegara, no se emocione, no se inquiete. Lo que está pasando en Istanbul y demás ciudades turcas es de libro. Imagínense el contexto: Istanbul es una ciudad en la que viven 17.000.000 de personas. Ese número parece grande. Es inmenso. ¿Sabe cuántos son? Los mismos habitantes que tiene Holanda, uno de los países europeos más poblados. Solo que los turcos se reparten en unos pocos metros cuadrados.

¿Quiénes son? Jóvenes, muy jóvenes. La gran mayoría emigrados de las tierras del interior. Anatolios de baja formación que llega a la ciudad a disfrutar del milagro turco. Se lo prometió el presidente. Ese coranista faraónico que si no es amigo de Aznar debería serlo: usa sus mismos trucos. El desarrollo turco está basado en las mismas premisas que la gran mentira hispana: el pelotazo del ladrillo.

De momento les va bien. Solo hay que pasearse por el caos de Istanbul para comprobar que en cuatro años han desaparecido todos los vehículos viejos. Cambiaron las carracas por Fiat, Volkswagen y demás, creando una clase media que también busca el Armani. Las gangas ya no existen. No se engañe. Cualquier cosa de calidad es tan o más cara que en Europa. Hasta comer se ha disparado.

Al coranista faraónico lo votan los campesinos de Anatolia. Tres mayorías absolutas le dieron. Son los errores de los pueblos sin cultura política. Dar carta blanca a quien sea. De repente se vieron con dinero en el bolsillo. Y nada más.

Ya no te dejan beber cerveza en la calle. Hay que visitar la mezquita. Los besos públicos se sancionan. Los pañuelos se hacen obligatorios. Las faldas largas se extienden. Con los votos del campesino iletrado y el gran cabreo de la creciente y pudiente clase media.

El coranista sigue de farol. Se despertó del susto cuando los proletarios del Istanbul asiático, ayer, cruzaron a pie los puentes sobre el Bósforo. Lo nunca visto. Jamás lo espero. Consiguió lo imposible: juntar el cabreo burgués con el hambre de los buscadores del paraíso prometido.

Lo lleva mal. Se le va de las manos. Por eso ayer mando retirar temporalmente a los perros de presa, esos energúmenos que practican lo que siempre hicieron: masacrar al pueblo. Amainara. Buscaran un chivo expiatorio. Un culpable. Es lo que demanda el pueblo. Mientras prepárese para para más reacción. El coranista tardara un poco en caer. Todavía hay que convencer a los anatolios de que el paraíso no existe

sábado, 1 de junio de 2013

Kılıç Ali Paşa Camii, posiblemente la mezquita más hermosa de Istanbul



Para gustos se pintan colores. La mezquita de Kilic usa un naranja sublime. Aunque quizás deba decirse de albaricoque maduro. Esta allí. En la ribera del Bósforo. Debe de andar para encontrarla. Poco. Está a unos pasos del Museo de Arte Moderno. Escondida entre los edificios. A su lado tiene la curiosa fuente de Tophane, marmol blanco con relieves barrocos al gusto europeo.

Kılıç Ali Paşa es más un complejo que un  camii - mezquita en turco-. Pequeña en tamaño, conserva todas las funciones que los musulmanes esperan de una mezquita. Lugar de oración, de reposo, de lectura, de acogida, de limpieza.  Kılıç Ali Paşa tiene unos excelentes baños turcos que todavía son frecuentados por el público. Allí no hay exhibicionismos. Tampoco turistas. La última vez que fui, además de dos o tres empleados limpiando, estábamos el sufí y dos francesas intelectuales que buscaban lo de siempre. Si puede y lo dejan respirar búsquela. Otra forma de entender a los musulmanes.




Mezquitas de Istanbul


Si lee la prensa vera que no están los días para pasearse por Istanbul. Huele a gas. Te lloran los ojos de tanto lacrimógeno. El dictador coránico saco a sus perros de presa, siempre los mismos, esbirros disfrazados de azul que apalean al pueblo que pacíficamente pide conservar un árbol. Imagine como iría la cosa si la masa saliese a pedir pan. No se olvide, hoy a los turcos, económicamente hablando, les va muy bien.

Del resto solo miseria. El crecimiento económico del pelotazo turco es como el hispano. Construir ladrillo sin lógica y necesidad. Los turcos en eso, tienen escuela. Mientras que pasaban hambre de la mala siempre el emir les levanto una mezquita eyaculante. Junto a la piedra de la mezquita, la represión de los energúmenos. Nada de sexo, nada de alcohol, nada de música. Oración y represión.

Si va algún día a Istanbul debe de irse de mezquitas. No solo a ver la piedra. Que también. Hay que contemplar al respetable. Adentrarse en los mecanismos de un sistema más eficaz que el de la iglesias cristianas. La mezquita como limosna a los parias no tiene límites. La limosna hace esclavos. Si duda relea a Nietzsche.

Si leyó  antes de partir alguna guia encontrara una lista de mezquitas recomendables. Algunas comienzan con el Aya Sofia. Error garrafal. Ese edificio hermoso fue concebido y construido como iglesia bizantina. Que los musulmanes luego le pegaran unos minaretes que desentonan, no cambio el carácter de iglesia. Se lo describiré otro día.


La mezquita azul es la siguiente. En turco Sultanahmet Camii. Debe ser por estar situada enfrente de la Aya Sofia. Es la mezquita del gobierno. La casa oficial. Pateada por miles de turista. Sentado en su suelo, rezándole a su amada, puede contemplar el Bósforo Esta avisado: allí, en el lugar de oración, solo pueden penetrar los musulmanes. Hay tanto mirón que han protegido los suelos con plásticos. Matando el acto de pasearse por encima de los tapices desnudos. No es la más hermosa. Si la más concurrida.




 
 
Frente al bazar egipcio, allí donde le venden los tés y las especies, está la mezquita de Yeni.  Debería verla. Últimamente es cada vez más visitada. Recoge todo lo que una mezquita debe tener. Hay muy poca gente. Lo que te permite sentarte a contemplar los rituales de ellos y ellas, escondidas detrás de las celosías. Al salir deje una propina aunque sea ateo como yo. Es la única mezquita que practica con devoción la hospitalidad otomana.
 



Exuberante sobre una de las colinas más altas de Istanbul está la mezquita de Suleymaniye . Es la mezquita de la reacción. El pensamiento fundamentalista. Allí podrá ver a árabes sin oficio y muchos beneficios que con los petrodólares saudís anuncian la muerte y el paraíso. Es el fascismo religioso puro. No se asuste. Debe verla. Tiene un deje de arquitectura fascista por su grandiosidad. Ellos no lo saben, ya que los que subieron a Europa no leyeron y los otros se esconden en las arenas de desierto o los montes de Kabul. Es curioso como las ideologías se universalizan antes de que el capital inventara la moda globalizadora. Siéntese y mire. Pasee por su jardín, la versión arabizante del claustro pre románico. Allí abajo, a sus pies, para conquistar, el resto del país.

 
 
 

Si como yo no está cansado y le coge vicio a esto de comparar los delirios religiosos de estos tipos, le recomiendo que visite conmigo la mezquita más hermosa de Istanbul: Kılıç Ali Paşa camii
 
 
 




Castelao en Istanbul: Son los de la otra orilla mas extranjeros…




Hay un dibujo terrible, que lo ocultan con pasión, imposible de encontrar, de Daniel Castelao, el padre político de mi patria. En él se ve a un niño que le pregunta a un viejo, en la orilla del rio Miño: Son os doutra beira mais extranxeiros que os de Madrid? Es el resumen más perfecto del problema español.

La imagen se me vino a la cabeza cuando buscaba el barco para acercarme a la otra orilla de Istanbul. Allí comienza Asia. Otro continente. Cruzar el barco es cruzar la frontera. Dicen las guías que entra usted en territorio comanche. Ojo avizor ya que allí no hay nada que ver. Lo que hay no es para usted. Es, presumo, la periferia salvaje. ¿Les suena?

Tire la guía a la basura. Busque los barcos blancos del ayuntamiento. Esos que parecen cochambrosos pero que navegan a velocidad Ferrari. Salen del muelle enfrente del bazar egipcio. Al lado del puente Gálata. Puede comprarse en el automático un “jeton” –moneda- por tres liras turcas, 1,5 euros. Si usted es provisor se comprara dos, la otra para la vuelta; evita ponerse de nuevo en la cola.

A velocidad moderna el experto patrón lo llevara a la otra orilla sorteando eficazmente el complicado tráfico marítimo. Déjese llevar y disfrute del sol y el paisaje. De arribada podrá contemplar la monumental estación de ferrocarril que con dinero teutón les organizaron los alemanes en su sueño, otro más, imperialista: la terminal asiática del tren Berlín-Kabul y más allá.

De golpe se sumergirá usted en el color. El vibrante mercado donde venden todos los pescados posibles, las delicias turcas, los frutos de la tierra, el vino que si beben, los trapos para encelar, la vida. Del pescador al tenderete del partido que les promete derrocar al presidente oraciones. De los escolares uniformados, a las mujeres de paseo; ellos siempre están.

Planifique bien la visita y quédese a comer en uno de los múltiples restaurantes de las calles del muelle.

Luego mientras coma, recuerde la pregunta de Castelao. Allí le darán la respuesta: Si, los extranjeros, los verdaderos otros, son los de Madrid.




Recomendaciones a las señoras para penetrar en mezquitas e iglesias


Si le da el ramalazo anti ya le digo que no. Que estas fotos estén tiradas en Istanbul no dice nada. Letreros e ideas simulares adornan el Vaticano, las entradas de la saqueada catedral de Compostela, la puerta de la ídem de Burgos, mas ídem de la expropiada mezquita de Cordoba, la mente del párroco de su pueblo, etc.
Para incordiar, como medida terapéutica, mental y anti demencia, permítame que le recuerde que, en términos históricos, hace nada, unos cuantos años, su madre y su abuela acudía con los mismos pañuelos -copia de lo que sea- a la misa de doce; domingo si domingo también.
Lo reaccionario no es el pañuelo. Que les confieso que me pierde. Instrumento sexual como no hay. !Imaginen! Lo reaccionario es la diferencia macho hembra. Si usted se fija en el cartel de los turcos –hay versión inglesa- vera el machismo rebosante del texto y los dibujos. Ellas de arriba abajo encapsuladas. Ellos mostrando la testosterona a través de los bíceps. Es lo que hay.



Visitando en procesión iglesia y mezquita, me he dedicado a contemplar como las féminas de distintas nacionalidades resuelven el problema de tenerse que camuflar a la puerta de cada edificio. ¡Una gozada! Hay de todo.
Las europeas en general son patosas en este oficio. Acostumbradas a la camiseta y pantalón corto que hace un sol de carallo, y lo hace, esto de tapar hombros, cabezas y piernas las marea. ¡Tres pañoletas al mismo tiempo! Algunas acuden al pantalón pitillo que fracasa ante la mirada exigente de la matrona turca que, empaquetada para el invierno, controla el rigor islamista de las perdidas extranjeras.
Las latinas están más acostumbradas a camuflarse. Se les nota. Manejan los grandes fulares que se traen de casa con precisión de bailarinas. Mantienen un punto de discreción sin convertirse en monjas. Es el aprendizaje de años soportando al macho encabritado.
Lo de las yanquis es de pena. Leyeron en la guía que había que vestir recatadamente. Lo que hacen. Modelo safari a la Coronel Tapioca. Dios les conserve el gusto.
Me quedo con las japonesas. Y esta vez no es por mi pasión minimalista ya que si las mira bien vera que exhiben una explosión de color. Pues nada, que han sacado el modelo Jipi de lujo, o el hippy chic que dice el Vogue. Ese que vale para todo en cualquier lugar. Con foulard en perfecta armonía. Las hembras, que saben del lotus y los adornos florales, se camuflan con el paisaje sin renunciar a exhibir la reivindicación eterna: respétame como mujer