domingo, 27 de abril de 2014

Que ver en Ginebra?


Si se deja por caer por Ginebra las guías de viaje le recomiendan todas lo mismo. Eso no quiere decir nada. Ni tan siquiera que allí no haya nada que ver. Ya sabe, un par de museos. Otro más con todo lo robado en África, Asia y Oceanía. Un par de jardines. Aquí más que estatua le venden un muro de las lamentaciones para reformados. Una dosis ligera de Calvino. Nada, pero absolutamente nada de la pasta que esconden. Una o varias navegaciones por el lago que ellos llaman mar. Etc.

Les recomiendo otra cosa. Puestos en el rio, olvídese de los escaparates de las tiendas de relojes impagables y busque el espacio entre  el Pont de la Coulourvrenerie y el Pont de la Machine. Allí no solo encontrara  el Batiment des Forces motrices, hoy reconvertido en centro cultural, las mejores y baratas terrazas, librería seria con preciosos libros de arte, arquitectura, y fotografía. El restaurante de moda, la zona de copas.. Si el agua le da pánico, no desespere. Al lado, en el Parc Saint- Jean, encontrara lo mismo. Incluso donde comer de vegetariano si le da el pronto. Comer, he escrito comer, no chupar lechugas.

De medio día o tarde temprana, patee la Ile Rousseau y déjese llevar por el bulevar del Quai du Mont Blanc, rumbo a la playa. Allí encontrar la otra Suiza. Las ninfas en pubertad. Los negros crónicamente empalmados ofreciéndose a las necesitadas de algo que no es sexo. La izquierda intelectual – si en Suiza hay tipos/as de izquierda. La música de la calle. Los amigos de cerveza. Un buen lugar para comer rápido entre los vestuarios de la playa. Los enamorados haciendo manitas. Los viejos con lo mismo. Las lectoras impenitentes. El bancario harto de sus zapatos y corbata. La señorita que todavía no se ha enterado que al sol acecha el melanoma. Las comadres de la santa y real cofradía del ganchillo. Usted y los guiris…el mundo.

Si después del paseo busca un sitio decente para dormir sin que lo atraquen, le recomiendo – precio suizo- el Hotel de Geneva. Y ya puestos a dar la nota, en Baladesavelo lo llevan a recorrer la ciudad en bicicleta mientras le explican la monumentalidad ginebrina a golpe de literatura. ¿Dónde se ha visto? De nada por la idea.

Relatorio de la subida fracasada al Mont Blanc


Que no lo íbamos a conseguir estaba anunciado. Ya somos viejos para creer en los milagros. Dios no existe. El meteo siempre acierta por estos pagos. Chamonix anuncia lluvias y borrasca para los próximos días. Vamos, que la cosa no esta para quedarse en casa. Con el agua crecen las plantas y para taparse están los paraguas.
Lo de Chamonix se lo cuento otro día. No éramos los únicos. Estaba lleno de locos de todos los rincones de Europa prestos a hacer lo único sensato: mira la cumbre invisible entre las nubes.
Usted ya sabe que la sensatez esta reñida con la mente humana. Si duda fíjese en lo que vamos votando elección tras elección. Total, que nos pusimos de camino. 

Uno no es miedoso y ataques de angustia no conoce. Pero jamás he oído rugir al viento como en la Aiguille du Midi. Ni en las peores tempestades marinas he escuchado cantico más asesino. Los cojones, que normalmente me cuelga, superaron la garganta. ¿Qué hago yo aquí? Es la pregunta concordante. Ni para foto daba. Había que arrimarse a la piedra para no salir volando precipicio abajo. Para subir la tensión, como en las películas malas, se puso a nevar de forma diluvial. 

Nos entró la duda metafísica. ¿Seguimos jugando a la vida o nos la jugamos? Dos minutos más tarde, ante la sinfonía de la muerte bien tocada por el viento, la pregunta se transforma en ¿nos suicidamos ahora o lo dejamos para otro día?
No somos los únicos, no crea. Los cinco héroes hijos de la Gran Bretaña que nos precedían retroceden el camino con la muerte en los ojos. Angustiados dicen que la vieron. ¡Hay que bajar a todo trapo!

Bajamos. Después de la foto. Hay que  demostrar que nos quedamos unos metros más abajo. Unos muchos. Pero al menos aquí estuvimos.

Lo más curioso es que más tarde, de vuelta a casa, mirando las fotos, me encuentro esta que dice que el termómetro marcaba -10 grados . Y oiga, le confieso, jamás he tenido tanto calor en la montaña. Ni me había enterado 







domingo, 20 de abril de 2014

El nombre de las cosas




 
Dice la Castellana, hembra de rigor, que lo mío es grave. Todo por una llamada al orden: se dice New York, Sanxexo, Ribeira Sacra, Porto, etc, y no nuevayor, sangenjo, ribera sagrada, oporto

Le aseguro que usted puede buscar la estación del ferrocarril de La Haya, pero como no sepa que se dice Den Haag  jamás llega. Por mucho que insista Bélgica no existe. Sus propios se empeñan con Belgie o Belgique. Londres tampoco existe ni existirá. Aunque a usted le repatee ese lugar está ocupado por London desde el siglo II después de cristo.

No sé si se escribe Tombuctú, Tombuktu o algo parecido. Tampoco sé lo que manda y ordena la que fija y da esplendor; que ni lo uno ni lo otro. Tampoco me refiero a la ortografía. Eso que tanto enerva a los obsesivos. Esos tipos y dos tipas que autoritariamente deciden como debe ser perdieron hace siglos el ritmo. Cuando aceptan el cheli, el pueblo ya está cinco paradas más allá y se inclina por el “cul”, que es “cool”. Llegaran a introducirlo.

La cosa no va de ortografía. Va del alma. Lo escribía Francisco Castro uno de estos días: si un tipo le pide un café en ingles la camarera le  contesta en el mismo idioma. Si yo lo pido en gallego me responde en español. Es el imperialismo cultural de los que no respecta al prójimo; ya que la norma es lo suyo. Tanto en versión derecha como izquierda. Nos apropiamos de lo que tenemos dándole el nombre que nos interesa. Nadie lo agradece. En muchos  sitios puede costarle un disgusto. En algunos la vida.

¡No argumente falacias. Ni pseudodemocracia de televisiva! El respecto al prójimo es el eje de la convivencia. Poco saben de eso los pueblos primitivos. La negación del idioma del otro es lo mismo que la negación del derecho al voto. La exigencia del castellano imperial. El aprendizaje de los afluentes secos del Pisuerga por la mano izquierda. Mientras yo sea presidente magante los catalanes no opinan. La negación del rio Miño que lleva más agua que media geografía que tuvimos que aprender a recitar a base de golpes…

Hay quien no lo entiende, pero igual que los escoceses votaran lo que le salga de las partes, los de más abajo ya no aceptamos que nos roben el nombre de nuestras cosas, nuestra alma.

 

Empalmes ginebrinos


Todo político que no sabe que hacer monta un museo de altura. La altura viene por el edificio. De bandera. Cuesta tanto que no da para comprar colección para enseñar. Pero eso es lo de menos. En los tiempos que corren la pintura favorita del pueblo votante es digital y a  eso se le llama tv plasma.

No se confunda. Puede encontrarse con estos relicarios de la nada en lugares donde si hay mucho que ver. Le pongo el ejemplo de Compostela. Donde los lumbreras del PP, para competir con la catedral a donde vamos todos, se gastaron la pasta en la “Cidade da Cultura” a donde, con sentido común , va nadie. Ya que ni ciudad ni cultura es. Tan solo dispendio.

Hay otros casos más complicados. Los ginebrinos se han montado en medio del lago un piranjallo eyaculador. Un chorro de agua que en vez de semen esparce agua a la nada, al viento, al ego: somos toda una potencia. ¿De la nada? ¿O de la pasta que guardan por doquier?

Nos inclinamos por lo último. Andar presumiendo de los billetes que se tienen a demás de no ser útil va reñido con el calvinismo ideológico de los banqueros. Puesto a exhibirse, tarea necesaria en la postmodernidad, no hay mas que recurrir a una metáfora de la testosterona. Ya sabe, el juego aquel de niños de a ver quien mea mas lejos.

Lo maravilloso no es la altura. Es que les ha salido por dos francos. Barato a matar. Y todos le hacen fotos y lo admiran: ¡que potencia mental!


jueves, 17 de abril de 2014

Ginebra, la suiza

Hace unos días pase por Ginebra. No fui. Fíjese en la distinción. Entiéndalo bien. Inspire y siéntalo. ¿Qué no? No me provoque que le llevo el alma por delante. Esta es una cuestión de vital importancia. Para todos.
El que escribe esto es de nazon galega. Allí, a golpes, aprendemos que la patria se divide entre los que van a Suiza. Moreas. Y los que se quedan. Cada día menos. Algunos pasan. De puntillas. Para que no te salga la Santa Compaña y te lleve, te quedes.
No crea usted, que yo de emigración se bastante. Soy uno de ellos. Pero jamás fui ni iré a Suiza. Ya de ir a algún lado, ir bien. Bien solo se puede ir a los dos últimos paraísos campesinos que quedan en Europa: Dinamarca o los Países Bajos. Queda allá en el norte algún concepto de. Pero no es país ni paraíso. Es tundra para alcoholizados. No vaya.
Tras esta declaración de principios solo queda comentar que es lo hay en Ginebra. ¿Dinero? Debe haberlo. Yo ver no lo vi. Pero tampoco vi la Santa Compaña e igual que usted se que existe. ¿Irracional? No crea. Solo debe pasear por delante de alguno de los hoteles cercanos a la playa. La concentración de Rolls Royce, Bugatis, Ferraris, Mercedes, Porches y demás chatarrería de los pudientes, es para acojonarse. ¡Cuántas escuelas de música podríamos haber montado por las aldeas de mi tierra!
¿Pero quien es el energúmeno que piensa en eso viendo pasar a las señoritas colgadas de bolsos que para si quisiera la muy putanesca alcaldesa de Valencia? ¿O es que usted no se ha enterado que el objeto más visitado de Ginebra es el museo de relojes donde lo más barato de su shop no baja del salario de cinco -5- mileuristas?
Ya tenemos el alma izquierdista jodiendo. Que no hombre, que hay mas. Se ven tipos en bicicleta. Niñas de piernas largas y alma de jipi. Algún heredero de Calvino engominado. Tiburones cansados en los bares modernos a la orilla del rio. Alguna librería decente. Miles de idiomas de las miles patrias. El poder discreto del capital discreto. Allí la riqueza no se exhibe. No se confunda. Ese portagafas de coletilla puede ser un traidor que acaba de cambiar la pasta del Barcenas de sitio. Esa es la diversión. ¿Quien es el topo?
Ademas, bajo un sol fabuloso, los cafes en las terrazas del lago, ¿que quiere que le diga? Un paraíso artificial que como Calvino miente hasta el tuétano. Por eso allí, el dinero, si tiene patria: la de ellos

 

martes, 15 de abril de 2014

Hoteles para no dormir


Con la disculpa de la peregrinación anual de los loqueros de las tierras de El Rey Naranja, baje a Maastricht. Sede del firmamento neoliberal que hoy nos maltrata. Porque ustedes quieren, conste. Que votar es como un polvo. Hay que saber bien donde la metes o quien te la mete.

A lo que íbamos, allí, como siempre, hay la nada. Que es como ahora se llama a la nausea camusiana. Una aldea grande. Estudiantes ocupados. Asesinos de peatones en bicicletas. Ricas alemanes que vienen a gastar lo que defraudan en sus tierras. Lo mismo, y con exhibicionismo, en versión belga. Pensionistas holandeses que miran y no gastan. Curas mete mano y borrachos. Legiones de pleiteantes. Una de las librerías más hermosas del mundo vacía de libros. La mejor terraza de la vuelta para contemplar el discurrir de las gabarras rio arriba y abajo. Pequeños burgueses empobrecidos que se nutren de recuerdos. Ya sabe: cualquier tiempo pasado fue mejor….

Se parece en algo a Compostela: Vende el discurso del pelotazo y van todos en procesión. Nosotros también volvimos. Aunque de siempre tenemos disculpa utilitaria.
 

 
Como vamos de gratis, nos aposentamos en un hotel de precio moderado. Que presume de moderno. Hace furor con sus precios y su decoración en las revistas del país.

Lo he preguntado varias veces. ¿Usted dormiría ahí? Solo Ascárida, la mejor cabeza de A Coruña, contesto claramente que ahí, ¡no! El resto se lo está pensando. ¿Oiga, que piensa? ¿En esa cama con el ojo moderno del dios que lo vigila todo? ¿El espía moderno de la CIA? ¿Se imagina haciendo ejercicios de cama bajo la mirada perversa?

 
Para consuele le ponen un cuarto de baño modelo carnicería. De esos que se ven en las malas películas de cuchillos ensangrentados.

 
Vamos, que no dormimos y nos fuimos, repitiendo, a cenar al único restaurante de la zona donde  uno le dan de comer mejor que en su casa sin que le ataquen la faltriquera.


¿Usted a Maastricht? Pero si allí no se le ha perdido nada. El museo es edificio sin colección. El paseo por el rio no da ni para diez minutos. Los bares son de plástico. Las ninfas sin salsa. La catedral se les cae. El pueblo se escapa. El dinero fluye. En las manos de los de siempre. Dos. ¿Entiende ya porque allí se firmó el tratado ese? En el mundo jamás hay casualidades. Ahora les toca explicar a los loqueros del país porque todos los años van allí en peregrinación congreso. Pero eso es otra historia