Claro que de vez en cuando llegas a
lugares donde no hay mas que rendirse a la evidencia: aquello es una
aproximación a la perfección. Aquello es, otra mas, Les Deux Chevres.
Queda a
desmano para la mayoría de los mortales. Queda en el justo sitio para
los etnoturistas como se dice en moderno. Esa legión de tipos y tipas que han
hecho de paladear caldos una forma de ir. En un pueblo del centro de Borgoña,
donde el mundo cultiva mostos variados, un ingles y su ninfa polaca han montado
una preciosidad inglesa.
Sin error. En eso consiste el juego. Alli,
en la cuna del patriotismo vinícola francés esa gente lo que ofrece es una
perfecta casa de campo en el mejor estilo británico. Sin que se enteren.
Alli dormí. Derrotado del viaje y la
química a pierna suelta. Entre el gusto del buen hacer, la admiración por el
detalle, la cordialidad del servicio. Para regarme de dieron uno de los mejores
desayunos de los últimos años.
Si pasa de largo no los evite. Si lo suyo
es el vino hay que ir. Barato no es. Pero alguna vez en la vida, no vaya a ser
que te mueras rápido, hay que dormir como los dioses.
Por cierto, que la noche anterior, a dos
minutos de paseo, me tome las mejores piernas de cordero del ultimo año por el módico
precio de 25 euros vino incluido. Ellos te dicen donde. ¿Qué hace todavía
leyéndome?
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