Andaba buscando la librería de viejo que había en la Rue
de Bac, había. Vendía excelentes libros de medicina antediluvianos. De esos en
los que los dibujos siguen manteniendo actualidad aunque el texto se ha pasado.
Es la reivindicación de la imagen frente al discurso. Aunque me excomulguen los
de mi cofradía intelectual. Usted ya sabe que estos viejos solo mamaron la televisión
a edad madura y de 6 a 8. Así quedaron.
A lo que íbamos: la librería. No estaba. Murió el librero. Murió
el evento. Hoy venden velas con aroma a olivos y campos de lavanda de la
Provenza. El mundo intentando inútilmente combatir los cheiros. No cambiamos.
Por allí me encontré con otro viejo librero que se ha
tirado al porno. Vende imágenes de despelotados de ambos sexos bajo la disculpa
de cultura. ¿Conocen ustedes el poster? En su tiempo despertó una polémica inmensa
tras su aparición en Vogue Francia. Una hembra de bandera despelotada, abierta,
con pinta de orgasmizar, desvestida con perlas y tacones. ¿Qué tendrá esto que
ver con el perfume que anuncia? ¡Un millón al que lo entienda!
Pues nada, paso el tiempo y se quedo en poster a dos
euros que nadie compra. Al final el público
se queda con la mujer de la esquina. La de la vida. La que mira, comenta,
escoge, deshecha, dice, se ríe… A nadie le gusta chupar plástico ni papel. ¿Entiende?