martes, 17 de marzo de 2009

Salón Náutico


Acompañado de hijo número tres, dispuesto esta vez a dejarse ver con su padre, me fui al Salón náutico de Ámsterdam, Hiswa. Una carallada. No había mucho que ver. Montón de vendedores de electrónica que nos repetías las novedades de los últimos años a los consabidos precios de mariscada. (Deben de tener unos márgenes de campeonato visto la abundancia de marcas)
Otra pila de agencias de viajes que nos prometen navegaciones idílicas en paraísos artificiales. Dos mega yates para bolsillos resistentes a cualquier crisis. Cuatro vendedores de pintura para cualquier océano. Todos los vendedores de motores fueraborda, ídem en versión intraborda. Más vendedores de salvavidas y demás artilugios anti naufragio. La moda de las luces led al por mayor en modelo y precio, Los modelos para pasear por el puerto y que el pueblo de allí, los otros, sepan que usted tiene un yate. ¿Pero barcos, lo que se dice barcos? Colgando.

Brujas


Fue el primer lugar del mundo de fuera que visite cuando tenía quince años. Toda una aventura en aquellos tiempos de miseria fascista. Descubrir gente que hablaba otro idioma, bebían cerveza en vasos extraños, leían periódicos grandes como sabanas, más que andar corrían en grandes bicicletas negras, con autopistas que solo habíamos visto en las revistas…
No me acuerdo de nada más. No sé si vi iglesia, castillo o museo. Aunque fuimos a todos los lados. Conservo una jarra de cerveza de una fiesta medieval en la que estuve en un castillo. ¿Cuál sería? Si me acuerdo de la canaria impresionante que igual que yo viajaba con papá y mamá. Pero eran los de años de mirar y no tocar. Nos miramos no mas, ya que el domingo había que ir a misa y pecar solo se podía hacer con el pensamiento. ¡Cuánto pecamos!
Hoy volví. A Brujas y a pecar. Transportando a toda la familia para celebrar que la ninfa, con sus 50 años, tiene todavía las mejores piernas de la ría. Llegamos de noche, con el pueblo iluminado por sus farolas de tiempo pasado, sus calles vacías, su silencio de invierno fuera de las hordas turísticas que se vienen a a hacer la foto al borde del canal. Redescubrimos que era el pueblo ideal para declararle el amor a cualquier ninfa que se preste, hoy a la de las piernas de gacela inmejorables, pechos de nácar, labios de manzana fresca…

domingo, 8 de marzo de 2009

Lisboa ciudad de intelectuales


Saliendo de la Plaza del Rossio me lo encontré pidiendo debajo de una sombrilla. Ni se inmutaba detrás de su libro. Toda una metáfora de un país donde los parroquianos discuten entre café y café no solo la goleada del Benfica si no también el último discurso del presidente en la Asamblea.
Allí, donde las sedes del partido comunista están llenas, los periódicos se devoran con placer militante, el pueblo se explica y se rebela. Pobres sí, pero ni adormecidos ni derrotados.