martes, 17 de marzo de 2009
Brujas
Fue el primer lugar del mundo de fuera que visite cuando tenía quince años. Toda una aventura en aquellos tiempos de miseria fascista. Descubrir gente que hablaba otro idioma, bebían cerveza en vasos extraños, leían periódicos grandes como sabanas, más que andar corrían en grandes bicicletas negras, con autopistas que solo habíamos visto en las revistas…
No me acuerdo de nada más. No sé si vi iglesia, castillo o museo. Aunque fuimos a todos los lados. Conservo una jarra de cerveza de una fiesta medieval en la que estuve en un castillo. ¿Cuál sería? Si me acuerdo de la canaria impresionante que igual que yo viajaba con papá y mamá. Pero eran los de años de mirar y no tocar. Nos miramos no mas, ya que el domingo había que ir a misa y pecar solo se podía hacer con el pensamiento. ¡Cuánto pecamos!
Hoy volví. A Brujas y a pecar. Transportando a toda la familia para celebrar que la ninfa, con sus 50 años, tiene todavía las mejores piernas de la ría. Llegamos de noche, con el pueblo iluminado por sus farolas de tiempo pasado, sus calles vacías, su silencio de invierno fuera de las hordas turísticas que se vienen a a hacer la foto al borde del canal. Redescubrimos que era el pueblo ideal para declararle el amor a cualquier ninfa que se preste, hoy a la de las piernas de gacela inmejorables, pechos de nácar, labios de manzana fresca…
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