lunes, 23 de noviembre de 2009

De vuelta a El Gran Bazar de Estambul


Volvimos al Gran Bazar. JG estaba empeñado en comprar un tapiz. Compramos de todo. Ningún tapiz.
Paseas mirando la mercancia expuesta como en el Corte Ingles. Los buitres, ellos, los vendedores, ladrones diplomados, se te tiran encima sin que te enteres. Tu les facilitas el trabajo con tu despiste y distracion en el espectaculo multicolor.
La has jodido hermano.
Uno te ofrece, confidencialmente, especial para ti, tocandote tu ego narcisista, de rebaja, unos Rolex cojonudos. La contestacion: De Thailandia, no le gusta. Mordida en falso, deja la presa.
El siguiente tiene mas exito. Extasiados por las bolsas bien hechas y los tapices de aparente calidad entramos dentro del cuchitril. Sin que te enteres se cierra la puerta. Ya , colgado, en su madriguera, sin poder escapar, te traen un te de manzana, azucarado. Calorias para endormecen el cerebro. Venga a enseñar maravillas, lo eran, con precios para rico.
Tienes dos posiblidades, o sales en estampida, causando estragos, o les dejas hacer. La prisa es enemiga de las buenas transaciones comerciales.
Comenzo pidiendo diez por el tapiz. Al cabo de una hora, despues de haberle mirando todos los nudos, pasearse descalzo para sentir la calidad de la lana, etc etc, el precio estaba en cuatro, all in. Vamos, que te lo ponia en la puerta de tu casa.
Acabamos con manteles bordados a mano a precio de langosta. Descubrimos que hay dos precios. Con tarjeta de crédito o contante. Lo ultimo les encanta. A mi tambien. Nos engañaron, seguro. Tan contentos, salimos pensando que habiamos hecho el negocio de nuestra vida. De eso se trata: todos felices

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