Aquí la tienen.
La nueva cerveza que el buen hacer de los trapenses o trapistas de Tilburg nos
ha regalado. Si puede no la mire, pruébela. Se entusiasmara. Con el sabor
delicioso que han conseguido. No se lo voy a contar. Los sabores no se cuentan.
Se perciben en la boca. Música en el
paladar.
Ya saben que como
ateísta militante defiendo a capa y espada a estos monjes que entienden el
cultivo de su delirio a través del trabajo. Más cuando además de cultivar
platas en sus invernaderos y darse a los quesos, elaboran unos elixires de gran
valor.
Los ácratas y sus secuaces españolistas se quedaron en la
historia de la civilización del vino. Un insulto a la inteligencia para esos
pueblos que imposibilitados de la vid para el cultivo de los otros delirios,
tuvieron que darse a la imaginación de las maltas y cebadas.
Elaborada para celebrar los 25 años del jubileo del Abad se podrá beber durante poco tiempo. Una provocación. Semejante aciertos deberían mantenerse. Pero ya sabe usted que los monjes, en sumun inteligencia, mantienen con razón que todo vicio debe ser escaso.